Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Universidad de Navarra, miembro «in carica» del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), protagoniza la larga entrevista que el periodista Gabriel Pérez Gómez, exdirector de Televisión Española en Navarra y profesor de Narrativa Audiovisual de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, publicó en el número 20 del «Anuario de Historia de la Iglesia», correspondiente al año 2011, cuando el académico dejó la docencia en la Facultad de Teología de este centro para trasladarse a Barcelona. El autor conversa con el académico sobre su trayectoria vital y profesional en un emotivo momento de cambio. Saranyana realiza un recorrido emocional desde su infancia a su jubilación.
«Mis antepasados más remotos fueron labradores, aragoneses o catalanes, que repoblaron las tierras que conquistó el rey Jaime I en el Maestrazgo, al norte del Reino de Valencia. Hubo una aldea Saranyana, fundada en el siglo XIII, hoy extinguida, a pocos kilómetros de la ciudad de Morella, en la provincia de Castellón. Al cabo de los siglos mis ancestros abandonaron ese lugar, quizá por su clima inhóspito y su escarpadísima orografía. Algunos se establecieron en el valle del Ebro, en un pueblo que se llama La Selva del Camp, cerca de Reus. Un antepasado mío fue vicario general de la diócesis de Tortosa en el siglo XIV. Otros marcharon más al sur. En Xàtiva, villa próxima a Valencia, he encontrado varios Saranyana, a comienzos del XIV, la mayoría comerciantes y alguno notario. Yo desciendo de la rama Saranyana establecida a la vera del Ebro, donde estaban plenamente afincados a finales del siglo XVI, como consta en los registros parroquiales. En 1815, terminadas las guerras napoleónicas, emigraron hacia el norte, a Seu d’Urgell y luego a Barcelona. Mi bisabuelo barcelonés pasó a Valencia y allí nació mi abuelo. Mi bisabuelo regresó a Barcelona, con toda su familia, en 1898. En la Ciudad Condal nació mi padre en 1912 y yo, en 1941», recuerda Saranyana.
El académico recuerda la figura de su padre, médico que sirvió en la Guerra Civil. También repasa su infancia y educación en la Escuela Suiza de Barcelona, así como su interés por la lectura y sus primeros viajes al extranjero para abordar su incorporación al Opus Dei y su experiencia en la Universidad de Barcelona, donde tras varios conflictos fue expulsado temporalmente. Saranyana menciona a algunos de sus destacados profesores, su traslado a Roma para estudiar teología y su regreso a España para estudiar en el Instituto Teológico de la Universidad de Navarra. Un apartado especial ocupa su relación con el fundador de la Obra, san Josemaría Escrivá de Balaguer, así como con Álvaro del Portillo, que lo relevó al frente del Opus Dei, durante la celebración del Concilio Vaticano II.
Saranyana tiene un recuerdo especial para varios profesores de la Universidad de Navarra, rememora su ordenación sacerdotal y explica sus primeras experiencias como profesor en la universidad. También habla de su especialización en filosofía y teología medievales, su admiración por santo Tomás de Aquino y su interés en la hermenéutica existencial en el ámbito del tomismo. La conversación aborda la importancia de comprender la vida y las circunstancias de un autor para entender verdaderamente su obra. Saranyana habla sobre la regionalización de la filosofía y cómo la geografía y la cultura pueden influir en el pensamiento filosófico y destaca su relación con Joseph Ratzinger antes y después de asumir el pontificado como Benedicto XVI.
«Aquino me guio en mis primeros pasos y ha vuelto a ser mi compañero al final. Aunque la tesis doctoral versaba sobre san Buenaventura, con tanta o más frecuencia acudía las obras de santo Tomás, no sólo a las dos ‘Sumas’, sino también a los opúsculos, los quodlibetos y las cuestiones disputadas. A mediados de los 70 preparé una edición de ensayos catequéticos tomasianos, que se vendió muy bien. Después publiqué la versión española del ‘Compendio de teología’, que me llevó muchos meses de trabajo. Finalmente, ya a en la década de los 90, di a las prensas una biográfica espléndida de santo Tomás, escrita por James Weisheipl, aprovechando una traducción a medio hacer que me cedió Frank Hevia. Ahora he rescatado una traducción que hice hacia 1974 o 1975, del comentario tomasiano al libro de Job, su obra de teología bíblica más acabada, y he editado, con amplias paráfrasis, el comentario a los tres primeros capítulos jobianos», recuerda el académico en la conversación.