Joaquín Callabed
Presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, de la Real Academia de Medicina de Cataluña y de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Carta publicada en el diario «El Heraldo» el 2 de febrero de 2022
Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica una carta publicada el pasado 2 de febrero en el diario «El Heraldo» de Aragón sobre el grave impacto que la pobreza, la desigualdad y las carencias afectivas pueden llegar a tener en los menores y en su desarrollo, con las consecuentes implicaciones sociales que se pueden derivar de ello en el futuro.
Con pan y afecto
El hambre camina por todo el mundo. Se habla mucho de esta realidad y se combate. Menos conocidas son las carencias afectivas de muchos de estos niños. A la luz de las neurociencias sabemos que la interacción madre-hijo tiene un efecto de maduración del núcleo amigdalino, del núcleo septal y de todo el sistema límbico que preside las relaciones sociales. Así, en situaciones sociales difíciles como la pobreza, una interacción padres-hijo inadecuada conduce a una maduración desordenada de estas estructuras y sería probablemente el origen de comportamientos antisociales o violentos.
Estas evidencias refuerzan la importancia de medidas preventivas desde la edad temprana y es legítimo indagar en la vida familiar, el estrés materno y una posible depresión que compromete su disposición a la calidad de relación con su bebé o su hijo, en una fase donde se desarrollan múltiples conexiones sinápticas y se establecen circuitos cerebrales. Nuestro cerebro es social y las carencias afectivas pueden dejar lesiones importantes.
Los niños deben ser tratados con pan y afecto. Es decir, su estómago y su cerebro. Los programas de actuación deberían incluir este punto. No existe acto humano más digno que cuidar la salud de los niños.