Emilio Gil Moya, director de la Unidad de Mecanización Agraria de la Universidad Politécnica de Cataluña, ingresa en la Real Academia
Emilio Gil Moya, catedrático del Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología y director de la Unidad de Mecanización Agraria de la Universidad Politécnica de Cataluña, ingresó como académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) durante una ceremonia que se celebró el pasado lunes, 28 de octubre, en el Salón de Actos de Fomento del Trabajo Nacional, sede de la RAED. El recipiendario leyó el discurso de ingreso «Días de campo». Le respondió en nombre de la Real Corporación el académico de número y rector de la Universidad Internacional de Cataluña Javier Gil Mur. Asistieron al acto más de 200 personas y 20 académicos togados.
Doctor en Ingeniería Agrónoma, el nuevo académico planteó de entrada el contraste que se da a día de hoy entre la tecnología y la investigación que ha permitido acuñar el concepto de agricultura 4.0 y los pocos recursos y mala imagen que aún tiene el sector primario, especialmente en España: «La agricultura no vende. No vende entre los jóvenes cuando tienen que decidir su futuro profesional y eso se refleja en las preocupantes cifras de ingreso en las múltiples (demasiadas diría yo) universidades de agricultura en nuestro país; no vende en los medios de comunicación en los que el sector agrario es noticia solo cuando acontecen problemas; no vende entre la clase política a pesar de que todos ellos aseguran que se trata de un sector estratégico; no vende en el ámbito de la investigación: los que nos dedicamos a esto sufrimos continuamente las graves desventajas de enfrentarnos en convocatorias competitivas con otros colegas de otros sectores cuya investigación es mucho más atractiva y mediática y, en consecuencia, mucho más rica y más dotada. Y ese es un pez que se muerde la cola: las diferencias entre los grupos de investigación son cada vez más grandes y las oportunidades de los pequeños cada vez menores. En definitiva, somos un sector pequeño y poco mediático con la enorme responsabilidad de alimentar a una población cada vez más exigente».
A partir de esta reflexión inicial, Gil Moya abordó las innovaciones que deben permitir al sector afrontar su necesaria reconversión y puesta al día, estudiadas y en buena medida impulsadas por la Unidad de Mecanización Agraria creada hace ya 15 años y que él mismo dirige. Es el caso de los nuevos métodos electrónicos para la caracterización de la vegetación, las aplicaciones variables en tiempo real con sensores de proximidad y drones, la aplicación variable en base a mapas, la app Dosaviña o los proyectos H2020-OPTIMA de investigación avanzada en protección de cultivos e Innoseta, una plataforma europea para el agricultor. Innovaciones que el nuevo académico ha seguido de cerca en el sector agrario español y que se han implementado con éxito.
«Los resultados obtenidos tras esta larga serie de años de actividades de investigación, transferencia y formación en el sector agrario por parte del grupo de investigación de la universidad son alentadores, a la vez que difíciles de cuantificar -señaló Gil Moya-. De acuerdo con los datos disponibles, se observa una reducción generalizada en el uso de plaguicidas. Esta reducción se estima entre un 20% y un 30% en función de la zona y el cultivo, siendo mucho más interesante en el caso de cultivos frutales y olivar, donde las dosis de producto se mantenían en unos niveles muy elevados en comparación con lo recomendado. Se ha observado también un notable incremento en el uso de nuevas tecnologías para la reducción de la deriva, como la utilización de boquillas de inyección de aire, o la creciente utilización de herramientas como Dosaviña, que facilitan enormemente la tarea del agricultor. También cabe destacar una mejora del proceso global de regulación de los equipos, con una reducción progresiva de los volúmenes de caldo empleados, lo que reduce de forma directa el riesgo de contaminación».
El nuevo académico insistió en la necesidad de seguir impulsando y desarrollando el sector mediante fondos públicos y privados. «Todo este trabajo ha sido posible gracias a ese grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) investigadores que, a pesar de las nada atractivas circunstancias que rodean desde hace ya demasiado tiempo a la universidad pública española, han aportado toda su energía, pasión y entusiasmo. Lástima que muchos de estos investigadores, con un potencial ciertamente envidiable, hayan tenido que buscar alternativas a la carrera profesional lejos del mundo académico. Algo debe cambiar en el sistema universitario público para evitar estas situaciones», concluyó.