Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña y de la Real Academia de Farmacia de Cataluña y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), recupera los referentes de la Antigüedad Clásica y su correlato en el presente en los artículos «Barón de Coubertin, la pedagogía del olimpismo», «Curiosidades del origen de las Olimpiadas«, «Guía de Zeus y los dioses Olímpicos» y «La huella de Fidias en el Partenón», publicados entre los pasados meses de julio y septiembre en la sección «Lectores expertos» de la edición digital del diario «La Vanguardia», de cuya comunidad de lectores forma parte activa.
En «Barón de Coubertin, la pedagogía del olimpismo», el presidente del Club de Pediatría Social explica cómo el fundador de los actuales Juegos Olímpicos, inspirados en los que se celebraban en la Antigua Grecia, había focalizado su labor académica en la educación y su estudio se centró en particular en la educación física y el papel del deporte en la escolarización. «Como historiador y pensador de la educación, Pierre de Coubertin idealizaba la antigua Grecia. Así, cuando empezó a desarrollar su teoría de la educación física, se fijó naturalmente en el ejemplo de la idea ateniense del ‘gymnasium’, un centro de entrenamiento que fomentaba simultáneamente el desarrollo físico e intelectual. Coubertin abogaba para que estos conceptos se incorporaran a las escuelas. Veía el deporte como algo democrático, en el sentido de que la competición deportiva traspasaba las líneas de clase, aunque lo hacía sin provocar una mezcla de clases, algo que él no apoyaba. Por desgracia para Coubertin, sus esfuerzos por incorporar más educación física en las escuelas francesas fracasaron. El fracaso de este empeño, sin embargo, fue seguido de cerca por el desarrollo de una nueva idea, el renacimiento de los antiguos Juegos Olímpicos, la creación de un festival de atletismo internacional», explica.
Por su parte, Callabed enumera algunos datos curiosos y generalmente desconocidos sobre los primeros Juegos de Olimpia en «Curiosidades del origen de las Olimpiadas», destacando la transgresión a la masculinidad de los Juegos que protagonizó Ferénica de Rodas. «Los espectáculos de competición estaban excluidos para las mujeres. Sólo hubo un caso de transgresión: el de Ferénica de Rodas, que por ser hija de un gran campeón y madre de otro, pasaba por descendiente de Hércules. Se disfrazó de entrenador y se coló en el recinto con un grupo de atletas para ver el combate de su hijo. Acercándose al ring se le cayó el disfraz y resultó reconocida. La condena por este acto era de muerte, pero se dice que acudió a testimoniar desde el cielo el mismísimo Hércules, campeón del mundo, y que la reconoció de su progenie. Desde entonces, para evitar que el caso se repitiese, quedó prescrito que todos, atletas y entrenadores se presentaran desnudos. Para las mujeres se crearon los juegos en honor a Hera, que se celebraban en septiembre», señala antes de enumerar otras curiosidades.
En «Guía de Zeus y los dioses Olímpicos», el académico hace referencia a estas deidades de la Antigüedad, que aunque estaban dotadas de la inmortalidad y de otros atributos especiales tenían personalidad y defectos humanos. «En Grecia había dioses para personificar todas las virtudes y todos los vicios. Los primeros y más antiguos son los dioses autóctonos, es decir, de poblaciones pelasgas, un pueblo de origen incierto. En cabeza, Gea, que es la Tierra misma, y detrás de ella un millar de deidades subalternas. En un dios se personificaban los vientos: el Noto era gélido, el Céfiro era tibio. Pan era el robacorazones, con su flauta. Otros moraban bajo tierra, como Miliquio el benévolo; Cronio, serpiente monstruosa, y Hades, hermano de Zeus, que tenía soberanía en el infierno. El peor quizá fuera Hécata, la diosa del mal de ojo a la que sacrificaban muñecas de madera. Zeus era el rey de los doce dioses olímpicos y el dios supremo de la religión griega. Se refiere a menudo como el padre, como el dios del trueno y el recolector de nubes. Zeus controló el clima y ofreció señales y augurios», resume.
Finalmente, en «La huella de Fidias en el Partenón», el experto rememora la figura del inmortal escultor, a quien Pericles encargó la dirección de la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas. «Pericles tuvo que abordar la construcción de la Acrópolis que los persas habían destruido. Decidió nombrar como arquitectos a Ictino y Calícrates bajo la supervisión de Fidias. Sus obras más célebres de Fidias fueron la estatua de la diosa Atenea del Partenón y la estatua del Zeus de Olimpia, ambas de madera revestida con fragmentos de oro y marfil, que se convirtieron en modelos de perfección de la representación de divinidades. También se le atribuyen la Atenea Promacos y la Atenea Lemnia. Algunas de sus obras se conocen a través de descripciones que realizaron autores de la Antigüedad y se han relacionado con estatuas de época romana que sí se han conservado y que se consideran copias de originales de Fidias, como el Apolo de Kassel y el Diadumeno Farnese«, explica.