Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Universidad de Navarra, miembro «in carica» del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el artículo «Teología y universidad. Apuntes históricos», publicado en el número 26 de la revista «Scripta Theologica», correspondiente al año 1994, y que recoge el contenido de una conferencia leída en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra el 3 de marzo de ese mismo año con motivo de la solemne sesión académica conmemorativa de los 25 años de la fundación de la publicación. La ponencia responde, como explica el propio autor en su introducción, tanto a qué lugar corresponde a la Teología en el seno de la universidad a cómo ha sido la Teología que se ha cultivado en sede universitaria.
El experto inicia su argumentación señalando cómo desde los siglos XII y XIII, de los inicios de las universidades, las facultades por excelencia fueron cuatro: Artes o Filosofía, Teología, Derecho y Medicina. Esa Teología académica pronto se desarrolló en dos corrientes principales, como explica Saranyana: «Si la Teología monástica o altomedieval fue sapiencial, la Teología escolástica de las escuelas urbanas pleno medievales fue más teorética y especulativa. Con todo, los buenos teólogos universitarios, al menos los de las primeras generaciones, nunca olvidaron la finalidad sapiencial de la teología, aunque resolvieron de formas diferentes la conjugación de lo especulativo con lo afectuoso. En este período primero de la Teología académica, el estudio de la Sagrada Escritura constituyó la tarea principal del maestro ‘in sacra pagina’, es decir, del catedrático».
Con el devenir de los siglos, el autor identifica hasta cuatro períodos principales en relación a los estudios teológicos universitarios, y a esa polémica de la teología monástica o tradicional con la teología escolástica suma la eclosión de la Teología salmantina del XVI, la restauración de los estudios teológicos católicos en Alemania e Italia durante el XIX y la contribución esperada de los académicos en los años finales del siglo XX. En este punto, Saranyana resalta la figura de quien, a su entender, ya era un referente de la Teología contemporánea, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI.
«La Teología académica ha estado viva cuando ha intentado no sólo conocer especulativamente al Dios vivo, sino también alcanzarle afectivamente. La experiencia religiosa es capital para el quehacer teológico. En otros términos, cuando ha aunado lo teorético con lo sapiencial. La Teología académica ha estado viva, además, cuando ha sido cultivada de frente a las grandes preocupaciones de cada época, analizándolas ‘sub lumine revelationis'», concluye el académico.