Francesc Torralba
Director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universidad Ramon Llull y de la Cátedra de Pensamiento Cristiano del Obispado de Urgell y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Entrevista publicada por el diario «La Vanguardia» el 27 de julio de 2020
Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universidad Ramon Llull y de la Cátedra de Pensamiento Cristiano del Obispado de Urgell y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona sobre la individualidad y el cambio que ha comportado en el pensamiento la actual pandemia en una entrevista publicada por el diario «La Vanguardia» el pasado 27 de julio. El académico comparte las conclusiones que expone en su última obra, presentada hace apenas un mes: «Vivir en lo esencial. Ideas y preguntas después de la pandemia» (Plataforma Editorial).
Para Torralba, la actual crisis nos ha devuelto la sensación de fragilidad que hasta el presente había marcado la existencia humana, señalándonos la importancia de los aspectos sustanciales de la vida, como las relaciones humanas, y haciéndonos ver que tras el rechazo de las sociedades occidentales a todo tipo de límites ahora nos encontramos de nuevo ante la necesidad de una ética que ordene y dé sentido a nuestras vidas. «Nuestra sociedad se rige por dos grandes verbos: trabajar y consumir. Activar la cultura del pensamiento es destruir la maquinaria que funciona cuando no se piensa y se responde a estímulos. Pero en esta sociedad gaseosa, en la que todo se volatiliza (trabajo, creencias, parejas, amistades…), resulta difícil -reflexiona-. Hemos pasado de una sociedad normativa católica limitadora a un ‘no queremos límites’, pero sin límites no se puede vivir. Necesitamos una ética civil que tenga fortaleza, es decir: un marco moral sólido en una sociedad gaseosa, y eso es muy difícil».
El académico reivindica la inteligencia como principio de cualquier toma de partido, incluso de la fe. «La inteligencia habita en todo ser humano, para interrogarnos sobre nosotros mismos y sobre el sentido de la vida, para admirarnos de la realidad, para tomar distancia. Se trata de ser espectador de la propia vida y observar qué calidad tiene nuestro vínculo con lo que nos rodea. El fanático es incapaz de esa distancia», considera.