Oriol Amat
Decano de la Barcelona School of Management de la Universidad Pompeu Fabra, vicepresidente de la Asociación Catalana de Contabilidad y Dirección y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Entrevista publicada por el diario «La Vanguardia» el 27 de julio de 2020
Oriol Amat, decano de la Barcelona School of Management de la Universidad Pompeu Fabra y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona sobre la política española y catalana y en particular sobre la redacción y aprobación de nuevas leyes a partir de su experiencia como diputado en el Parlament de Catalunya para concluir que existe una absoluta falta de consenso y de reconocimiento de modelos de éxito a la hora de legislar. El académico ha vertido todo este aprendizaje en su última obra, «La botella medio llena. Aprendiendo de la crisis y de los que lo hacen mejor» (Profit).
«Tardamos en legislar; legislamos sin el consenso que hace a una ley eficiente y, a menudo, esas leyes ni se aplican. Los mejores países, en cambio, son los que legislan poco, rápido y bien: con una previsión del coste y el impacto de cada medida ajustada a la realidad y, tras aplicarla, con un seguimiento objetivo de sus resultados -señala Amat en la entrevista, poniendo como ejemplo las constantes reformas legislativas en materia de Educación-. Una ley sin consenso nace ya inútil. Las innumerables leyes de Educación, por ejemplo: mi hija acaba de licenciarse después de sufrir cinco leyes de Educación diferentes».
Como solución a esta situación, Amat propone una reforma integral de la política. «Deberíamos tener menos políticos, un tercio menos, mejor pagados y más reconocidos. Tenemos demasiados políticos profesionales. No está mal que haya algunos que vivan toda su vida de la política, pero que no sean todos. Debería haber más profesionales de todo tipo y trabajadores y empresarios que fueran políticos sólo una o dos legislaturas, como en los países más avanzados. Y luego volvieran con naturalidad y el orgullo de haber servido a su país en la política a trabajar de lo que trabajaban antes. Pero hoy no es posible, porque los sueldos de los políticos, con los sinsabores que lleva acarreada la política, no bastan para atraer a los mejores profesionales», considera.