August Corominas
Profesor de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
August Corominas, profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona sobre la cultura de la muerte a lo largo de la historia con motivo de la celebración del Día de Todos los Santos.
El tabú de la muerte
El tema de la muerte es extensivo, intensivo y eterno. Desde el principio de la humanidad hace unos cinco millones de años, cuando existe conciencia humana con el homo «Autrolopitensis aferensis», los seres dejaban de respirar y se creó el concepto de la muerte. Desde entonces es lógico que en cada generación haya muchísimas reflexiones sobre la muerte. Los que se han preocupado del tema lo han enfocando según tres puntos de vista: el hombre viejo y enfermo que muere. Este hombre muere en un episodio denominado exitus, será enterrado o se empleará cualquier otro medio para hacer desaparecer el cadáver y, como la muerte es de los vivos, aparece el duelo de los que quedan.
El recorrido vital de cualquier persona es muy interesante. Se nace, se vive, se trabaja, se enferma y cuando llega la hora (sin fecha de caducidad conocida) se muere. La definición de vida y muerte puede realizarse desde una perspectiva biológica, física, médica, biológica, sociológica, jurídica, moral y religiosa. La vida es la capacidad celular y orgánica de sintetizar y metabolizar. La vida (Margulis) es un artístico caos controlado y un conjunto de reacciones químicas tan sorprendente y complejo que lo que fue hace más de cuatro mil millones de años un proceso molecular se ha convertido en un ser humano con las capacidades cerebrales que hoy conocemos.
La vida humana es una maquina térmica que se rige por la segunda ley de termodinámica y trata especialmente de la entropía. La muerte es la maquina en equilibrio. Estamos en un universo termodinámico. La muerte es un concepto dinámico hasta la descomposición del cuerpo, aunque no es entropía total. Algunas religiones y sociedades hacen bandera de la muerte. La muerte es un ente tan desconocido, tan etéreo y tan misterioso, tan definitivo y tan indiscutible, que se han hecho desde la prehistoria toda clase de elucubraciones, comentarios, suposiciones, mitos, incluso figuras esperpénticas, como la santa Muerte mexicana, la danza de la muerte de Verges, las celebraciones de Todos los Santos o Halloween.
Si intentamos hacer una comparación entre el origen del universo y el final de todo el sistema y el nacimiento de la vida y la muerte de la Tierra encontraremos una cierta semejanza. Para Carlos del Olmo, de World Wildlife Foundation (WWF), la salud de la humanidad depende directamente de la salud del planeta. «Se ha presentado un informe sobre la relación directa entre la destrucción de la naturaleza, el cambio climático y el riesgo de pandemias como la Covid-19. Las amenazas de la biodiversidad favorecen la expansión de virus y bacterias».
El hombre está consumiendo los ecosistemas del pasado, destruyendo los ecosistemas del presente e hipotecando los ecosistemas del futuro. El hombre es un consumidor y un depredador de recursos de la naturaleza. La situación actual de la humanidad es dramática. No importan los bienes que produce una biosfera sostenible, la humanidad caza en las selvas, pesca en los mares y océanos, destruye los principios de la vida, destruye huevos de aves, de anfibios y reptiles. Hace poco tiempo han aparecido 370 elefantes muertos en charcas contaminadas de cianobacterias, se han extraviado y varado 500 ballenas en McQuerie (Australia), han aparecido en Namibia 7.000 focas muertas. La destrucción del Amazonas es trágica.
El universo da energía a la biosfera. La biosfera da energía al hombre. Y éste es un destructor de la Tierra, que no tiene recambio. La situación de emergencia climática acaba con animales, plantas y produce enfermedades. En la atmósfera hay demasiados gases tóxicos. Las emergencias climáticas serán parte de la causa de las muertes de la humanidad y responsables de la propagación de pandemias.
Tratamos la última etapa de la vida humana como enfermedad -agonía- y muerte tratada con toda amplitud (Acarín). Intento realizar una especie de malabarismo no solamente con la muerte, sino considerando el hombre enfermo, el cadáver y la biosfera, todo integrado. Si nos preguntamos la diferencia entre un enfermo y su cadáver es la vida activa. Y la madre tierra que lo acoge para realizar todo el proceso hasta el final: metabolitos, cenizas y gases.
El tema de la muerte es antropológico y social. El ser humano no es un ser para la muerte (Heidegger); al contrario, la muerte es para los vivos. ¿Cómo podemos sobrevivir? Sólo hay un recurso: querer la vida. La muerte tiene la enorme capacidad de provocar la experiencia colectiva, de provocar la cultura. La mayoría de rituales que envuelven la muerte son rituales para vivir. Tienen también como objetivo reconstruir el tejido social de los vivos. Con la muerte se produce un momento intenso de socialización. De hecho, todo lo que hace referencia a las relaciones entre los vivos deriva de lo simbólico. La cosmología social ha pasado a ser cosmología individual. Hemos de vivir para la vida, la muerte llegará cuando llegue. Los muertos existen en la memoria, en el recuerdo.