Enrique Sada
Historiador y colaborador habitual de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el portal especializado «Código Libre» el 13 de agosto de 2020
El reconocido historiador mexicano Enrique Sada, colaborador habitual de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona en el artículo «En defensa de nuestra memoria histórica», publicado en el portal especializado «Código Libre» el pasado 13 de agosto de 2020, sobre la oleada de destrucción de esculturas y símbolos de la historia americana considerados imperialistas o incluso racistas al estar relacionados con la Conquista española del continente. Una tendencia que empezó en Estados Unidos a raíz de la muerte del ciudadano negro George Floyd a manos de la policía de Mineápolis y rápidamente difundida por todo el continente, con México como principal foco de estas acciones en el ámbito hispanoamericano.
«Irónicamente, las imágenes alrededor del mundo mostraban monumentos decapitados, mutilados o derrumbados por la muchedumbre en tanto las estatuas de los principales esclavistas y presidentes dueños de esclavos se mantuvieron en pie. Es el caso de las de la reina Isabel la Católica -quien con sus primeras leyes no sólo ordenó que los indígenas fueran respetados en su persona y dignidad, sino que hubieran matrimonios entre españoles e indígenas casi cinco siglos antes que en los Estados Unidos se permitieran los matrimonios interraciales- y las del autor del ‘Quijote’, habiendo sido Miguel de Cervantes esclavo de los turcos. Fueron retiradas del Capitolio mexicano y de algunas plazas cívicas estatales bajo el pretexto de ser consideradas racistas», explica el autor.
Para Sada, carece de sentido que en México se hayan vandalizado o destruido estatuas en recuerdo u homenaje de Cristóbal Colón, de la reina Isabel la Católica, de Miguel de Cervantes, del conquistador Juan de Oñate y del santo y civilizador franciscano fray Junípero Serra, entre otros personajes históricos. «Siendo los monumentos los sacramentos públicos de nuestra memoria histórica, el pretender copiar actitudes totalitarias y vandálicas de otro país (desde el analfabetismo propio de un falso indigenismo impuesto desde el cardenismo más rancio) en nada abona a la valoración integral de nuestro pasado», concluye.