Lluís Serra Majem, rector y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), concedió una amplia entrevista al programa «Confesiones» de la Televisión Canaria que se emitió el pasado 13 de abril y en la que abordó aspectos de su vida, tanto profesionales como personales, sin rehusar abordar su plano más íntimo y familiar. Asimismo, reflexionó sobre su difícil etapa como portavoz del Comité Científico para la Emergencia Sanitaria de la Covid-19 en Canarias, una de sus últimas responsabilidades.
Nacido en Barcelona en 1959, Serra Majem repasó su infancia y su adolescencia en la capital catalana, donde cursó la carrera de Medicina y se interesó por la salud pública y la nutrición, ámbitos que se convertirían en sus especialidades hasta convertirse en uno de los más firmes defensores e impulsores de la dieta mediterránea. Finalizada su etapa universitaria comenzó a trabajar en la salud pública catalana. No obstante, la oportunidad de irse a Canadá mediante una beca para especializarse en nutrición le hizo hacer las maletas y vivir en el país norteamericano durante un año y medio.
En 1987 comenzó como profesor en la Universidad de Barcelona, impartiendo docencia en Medicina Preventiva y Salud Pública y creando y dirigiendo en 1990 el Centro de Investigación en Nutrición Comunitaria de esta misma universidad. Su conexión con Canarias nace por su relación con su primera esposa, con quien visitó las islas. La oportunidad de aterrizar en el archipiélago se produjo hace ya 27 años, cuando se ofertó una plaza de medicina preventiva como catedrático en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria a la que no dudó en presentarse.
Serra Majem llegó a la dirección del departamento de Ciencias Clínicas del centro, un cargo que desempeñó durante 12 años. En 2014 colaboró en la creación del Centro de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias, que dirigió durante siete años. En este largo período, el académico abordó aspectos muy difíciles de su vida personal, como la pérdida de una hija de solo un año y la separación de su mujer y por ende de su otro hijo antes de tratar de rehacer su vida.
El rector confesó también su pasión por los caballos y narró la experiencia traumática que sufrió tras una grave caída hace diez años en una salida junto a su hijo mayor y un amigo. Aunque confesó que no temió por su vida reconoció que fue un punto de inflexión. No obstante, ha seguido montando y no ha perdido esa conexión con los animales. Como gestor universitario, por último, reconoció que aceptó el reto con la firme voluntad de mejorar la calidad universitaria, labor a la que segura estar entregado.