Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), aborda las relaciones entre la historia, la medicina, la cultura y el arte en los artículos «La Córdoba de Maimónides y la ética médica», «Husserl y la Europa enferma», «La Normandía de Claude Monet» y «El mensaje bíblico de Marc Chagall en Niza», que ha ido publicando entre el pasado mes de enero y principios de febrero en las secciones «Lectores expertos» y «Lectores corresponsales» de la edición digital del diario «La Vanguardia», de cuya comunidad de lectores forma parte activa. Callabed complementa sus reflexiones con imágenes de sus viajes tomadas por él mismo.
En «La Córdoba de Maimónides y la ética médica», el académico repasa la historia de la medicina y la figura del médico en las culturas grecolatina, hindú, judía, china, persa, además de su evolución durante la Ilustración y la Edad Moderna y la configuración de la Bioética. «En los tiempos actuales (siglos XX y XXI), la ética aplicada a la ciencia ha tomado fuerza y los derechos de los pacientes y sus deberes también. La Bioética de Van Rensselaer Potter de 1970 y el Informe Belmont de Tom Beauchamp y James F. Childress (1974-1978) han marcado unas décadas y siguen vigentes. Reaccionaron a las barbaries nazis juzgadas en Nuremberg, se ampliaron en el Helsinki de 1964 matizando normas de investigación y se precipitaron por los escándalos de investigación en hospitales de Tuskegee y Wilowbrook. Nunca se apaga la llama de la ética y surgen voces para reafirmarla», señala.
Por otra parte, en «Husserl y la Europa enferma» reflexiona sobre el «peligroso cansancio de las naciones europeas» del que alertó el filósofo y matemático alemán entre finales del siglo XIX y principios del XX y sobre su determinante influencia en el pensamiento contemporáneo. «Edmund Husserl es el fundador, o uno de los fundadores, de la Fenomenología Trascendental. Quiso renovar el pensamiento filosófico y convertir la filosofía en una esencia estricta y también en una empresa colectiva. Dijo aquello que había que ‘ir a las cosas mismas en contraposición a nuevas construcciones de palabras y castillos en el aire’. Su pensamiento influyó en Jean-Paul Sartre, Paul Ricoeur, José Ortega y Gasset y hasta en Jacques Lacan y Jacques Derrida, Emmanuel Lévinas y Karol Wojtyla, futuro papa Juan Pablo II. Parte de su filosofía encajaba en la posmodernidad de Jean-François Lyotard, que analiza algunos graves excesos de la Ilustración y de la ciencia incorrectamente aplicada», considera.
En «La Normandía de Claude Monet», el presidente del Club de Pediatría Social traza la relación de uno de los máximos exponentes del modernismo con la región en la que pasó su infancia. «Claude Monet (1840-1926) fue uno de los principales impulsores del impresionismo pictórico a final de XIX. Había nacido en París, pero, a los cinco años se trasladó a Le Havre, en Normandía. Una Normandía que tiene el sol, las nubes cambiantes, la lluvia y la niebla, elementos imprescindibles en su mirada pictórica. Ese fue el paisaje de Monet. Se enamoró del mar y del paisaje cambiante normando. El impresionismo intenta captar el encuentro fugaz de la luz, porque la realidad se escapa», explica.
Por último, en «El mensaje bíblico de Marc Chagall en Niza», rememora una visita al museo que Niza dedicó al pintor de origen ruso, donde se exponen el conjunto de obras de la serie «Mensaje Bíblico», pintadas por entre 1930 y 1936 y donadas por él mismo al Estado francés. «En 1966, mientras deja la ciudad de Vence por Saint-Paul de Vence, acaba su ciclo de 17 pinturas dedicadas al mensaje bíblico que dona al Estado con la condición de que sean expuestas públicamente. Aquí nace el germen del Museo Nacional que Niza le dedicó. Está ubicado en la colina de Cimiez con magníficas vistas sobre Niza y cerca del museo y la iglesia de los franciscanos y del Museo Matisse. El arquitecto del museo fue André Hermannt, colaborador de Le Corbusier. Es un edificio elegante y discreto casi intemporal que le permite atravesar sin problemas el paso del tiempo. Ha privilegiado la sencillez aprovechando la luz del sur para poner en valor esta imponente colección. Se hizo a la medida de la obra que iba a contener. No se aprovechó ningún edificio ya construido», concluye.
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