El historiador mexicano Enrique Sada, colaborador de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el estudio «De Real de Minas a Piedra de Sacrificios: San Pedro de los Chalchihuites como brote de la Cristiada en México», en el que aborda las circunstancias que detonaron la persecución antirreligiosa en México y el estallido de la resistencia popular armada que comúnmente ha venido a denominarse como la Cristiada mexicana a partir del asesinato de un grupo de creyentes, dos sacerdotes y tres laicos, en el poblado minero de Villa de San Pedro de los Chalchihuites en el año de 1926.
«Si se atienden solamente las situaciones generales que determinaron que este conflicto desastroso y gravoso estallara a partir de este punto, en el resto del país se cumpliría solamente con seguir una ruta que por la fuerza misma de las inercias marcará un derrotero sangriento en el que cientos de miles de mexicanos empeñarían su libertad o perderían su vida debido a las arbitrariedades de un régimen autoritario. Sin embargo, existen también otras circunstancias históricas que preexisten no solamente al conflicto milenario como tal, dentro de la histórica lucha de la Iglesia contra el Estado leviatánico en sus múltiples personificaciones en Occidente, sino también otros antecedentes de varios siglos que si se examinaran desde un punto de vista histórico y antropológico, rebasarán por mucho al lugar bastante común, que es el político-sociológico, en cuanto a la razón del sitio en el cual esta persecución tuvo inicio con el derramamiento de la primera sangre inocente en un sitio que, desde los antecedentes prehispánicos más remotos, ya era reconocido como sitio sagrado y hasta como tierra de sacrificios», inicia el experto su exposición.
Tras un completo repaso histórico y social de la región, en el que Sada esgrime documentos precolombinos, de la primera Administración española y de la Iglesia, el historiador destaca el papel decisivo de los chalchihuites en la guerra que el Imperio Español emprendió en contra de la protestante Inglaterra (1778-1783) y contra la jacobina Francia revolucionaria y del destacado papel de San Pedro durante todo el siglo XIX como un enclave minero y centro de distribución de víveres y carnes para la región. Aunque la Revolución Mexicana conllevó una etapa de recesión y decadencia ocasionada por la falta de mano de obra para explotar las minas y por la inseguridad que generó el bandolerismo. Un contexto en el que la oposición de los vecinos a las leyes que suspendían el culto público acabó en una matanza de fieles, considerados mártires de la Iglesia, y la posterior reacción de los creyentes.
«Nadie imaginaba de entre los asesinos que el precio de la sangre tan injusta como cobardemente derramada por ellos no solo tocaría las puertas del cielo, sino que volvería pronto a la tierra como un golpe, a manera de temblor también, pero no para destruir ni socavar, sino para llamar a la puerta de las conciencias adormecidas, exigiendo justicia. Y ese clamor resonaría a lo largo y ancho del país desde este punto, encendiendo nuevamente la antorcha de la fe perseguida, pero también la voz de la razón que exigía la legítima defensa de la libertad, la dignidad y la vida de todos los que se profesaban cristianos», concluye Sada.