Mario Molina (in memóriam)
Profesor de la Universidad de California-Los Angeles, premio Nobel de Química y académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
La Junta de Gobierno de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), en nombre de toda la comunidad académica, expresa su más profundo y sincero dolor por la pérdida de su académico de honor Mario Molina, fallecido el pasado 7 de octubre. Molina mereció el premio Nobel de Química el 1995 junto a Paul J. Crutzen y Frank Sherwood Rowland por sus descubrimientos sobre la paulatina pérdida de la capa de ozono en los polos terrestres. El propio científico elaboró el Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas para solucionar, de forma exitosa, este primer gran problema para el planeta de origen humano.
Molina certificó que desde la puesta en marcha de las medidas que recoge este protocolo las concentraciones atmosféricas de los clorofluorocarbonos (CFC) más importantes y los hidrocarburos clorinados se han estabilizado o se han reducido. La concentración de halones ha continuado en aumento debido a los gases halones que se encuentran almacenados en los extintores de incendio y que aún continúan en uso. Sin embargo, la tendencia ha disminuido claramente y se espera que comience a declinar su presencia desde este 2020. La concentración de los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) ha aumentado significativamente, en gran parte debido a los múltiples usos en los que reemplazan a los CFC, como solventes o refrigerantes.
El grado de cumplimiento del Protocolo ha sido enorme. De ahí que se le considere el acuerdo ambiental internacional más exitoso del mundo hasta la fecha y un ejemplo excepcional de cooperación internacional, con el objetivo de la recuperación de la capa de ozono y por tanto de mejorar una parte sustancial de la acumulación de los gases de efecto invernadero, causa fundamental del cambio climático por causa antropogénica.
El académico investigó la química de la contaminación atmosférica en la baja atmósfera y trabajó con equipos multidisciplinarios internacionales para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades del planeta, especialmente enfocados en los grupos de contaminantes del aire en zonas urbanas. Su interés por el clima y las consecuencias que se derivan del factor antropogénico nació en 1972, cuando empezó a trabajar con quien sería su mentor, Frank Sherwood Rowland. Juntos abordaron la investigación acerca de las propiedades químicas del átomo en procesos radiactivos. Una de las líneas de investigación en las que trabajaron fue la de averiguar el destino de algunas partículas químicas inertes derivadas de procesos industriales acumulados en la atmósfera y cuyos efectos sobre el medioambiente no habían sido tenidos en cuenta hasta ese momento.
Tras meses de investigaciones desarrollaron la teoría de la reducción de la capa de ozono, que revolucionó lo que hasta el momento se sabía sobre ese tema al darse cuenta de que los átomos producidos por la descomposición de los CFC destruían la capa de ozono atmosférica y eso tenía unas consecuencias muy graves que iban desde alteraciones en la salud, mayor presencia de cáncer de piel en las zonas afectadas, hasta cambios en el patrón climático de la tierra. En 1974 publicaron los resultados en la revista «Nature».
Investigador destacado del Laboratorio de Propulsión a Reacción y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ambos en Estados Unidos, Molina siempre alternó la docencia con la investigación y su compromiso medioambiental, lo que le llevó a sumarse al Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Barack Obama durante su presidencia estadounidense, entre 2009 y 2017, período en el que destacó como una de las voces autorizadas en la lucha contra el cambio climático. Ese mismo 2017, el Nobel pronunció su discurso de ingreso en la RAED, rememorando precisamente todas esas investigaciones en un memorable acto académico que queda para la centenaria historia de la institución.