Daniel Turbón, catedrático emérito de Antropología Física de la Universidad de Barcelona y académico de número y miembro del Senado de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el artículo «Avances en evolución humana. Ideas esenciales y novedades», que se publicará en el volumen 23, monográfico 9, de la revista «Tribuna Plural», editada por la RAED. En este trabajo, el académico resume de forma sucinta la evolución del ser humano hasta su separación en diversos grupos hace unos 150.000 años y la liberación de sus bases biológicas para seguir su libre albedrío.
El académico inicia su reflexión recordando cómo las especies difieren genéticamente por la interacción de la mutación, la deriva genética, la selección natural y la estructura de la población. Cuando las poblaciones quedan aisladas reproductivamente, por geografía u otros factores, tienden a diferenciarse con el tiempo. Los humanos, tal y como los conocemos hoy, aparecieron por primera vez en África oriental hace unos 200.000 años. Algunos grupos emigraron desde allí hace unos 150.000 años, para poblar Asia, Australia, Europa y, finalmente, el continente americano, iniciando una evolución particular que dura hasta la actualidad.
«Desde entonces, las barreras geográficas separaron a la humanidad en varios grupos principales, lo cual redujo en gran medida el intercambio de genes. Las barreras culturales influyeron menos en la diferenciación, siendo los factores restantes las expansiones y contracciones demográficas de las poblaciones. Se originaron, así, conjuntos complejos de diversidad genética que conocemos hoy», señala Turbón.
Aunque el académico incide especialmente en los rasgos no biológicos que han configurado al ser humano, como ha llegado a ser: la capacidad plástica y de abstracción de su cerebro, el aprendizaje y su transmisión (generación tras generación gracias al lenguaje) y su convivencia social. «Mediante los genes humanos se ha logrado lo que otros genes no lograron: formar la base biológica de una cultura extrasomática, que resultó ser el método más poderoso de adaptación al medio ambiente que el de ninguna otra especie», explica.
A partir de ahí, Turbón incide en elementos propiamente humanos, como la propia conciencia y la individualidad de los demás, lo que le permitió desarrollar conceptos como la libertad y la ética. «Hay una gran brecha que separa al ser humano del resto de los seres vivos. Ningún animal ha alcanzado las propiedades exclusivas del hombre de racionalidad y de la ética, las cuales solo emanan de la libertad, y son impensables sin esta», concluye.