Manuel Murillo, director de comunicación de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), presenta a la comunidad académica el artículo «Evitar la visión precaria de la comunicación alimentaria. Una necesidad estratégica», en el que analiza el decisivo papel de la comunicación corporativa en un sector clave para la economía como el de la alimentación y, a su vez, necesitado de un estricto rigor y veracidad al estar relacionado con la salud individual y pública. El trabajo ha sido publicado por la revista «Llengua, societat i comunicació» que edita la Universidad de Barcelona, en su número 19, correspondiente a verano de 2021.

Evitar la visión precaria de la comunicación alimentaria. Una necesidad estratégica

El ámbito de conocimiento de la comunicación alimentaria

En la comunicación alimentaria los temas relativos a la seguridad y la inocuidad de los alimentos son de gran interés para los medios de comunicación. Éstos se erigen en transmisores de los riesgos del consumo de determinados productos que están en el mercado y, por tanto, que pueden encontrarse al alcance de todos los consumidores. Sin embargo, hablar de «comunicación de los alimentos» tiene varias vertientes, más allá de ser una parte importante y necesaria en la gestión de las alertas alimentarias. En este sentido, la comunicación alimentaria o de los alimentos podría subdividirse en varios espacios informativos en los medios de comunicación, internet y las redes sociales, según el enfoque de la información, como los siguientes:

  • Seguridad alimentaria (relativa a la información sobre alertas alimentarias, riesgos para la salud, prevención y gestión de crisis alimentarias y etiquetado de los productos)
  • Educación, divulgación nutricional y hábitos de consumo saludables (campañas sobre alimentación y rutinas de consumo y las bondades que determinados alimentos tienen sobre la salud y el bienestar personal y colectivo)
  • Innovación sobre tecnología de los alimentos (información sobre avances agroalimentarios, diseño y I+D+i de «nuevos alimentos» y «alimentos frontera», como los probióticos o prebióticos, entre otros)
  • Alimentación sostenible (agricultura, ganadería y alimentos que favorecen la sostenibilidad del planeta desde el punto de vista medioambiental y de lucha contra el hambre en la sociedad de acuerdo con los Objetivos del Milenio de la ONU)
  • Industria alimentaria como sector económico y generador de empleo (información sobre empresas, corporaciones, el sector agroalimentario y su peso en el producto interior bruto y la actualidad corporativa nacional e internacional)
  • Podría añadirse también el marketing y la comunicación de la industria agroalimentaria, ganadera y pesquera desde un punto de vista corporativo y organizativo, pero no es el caso de estudio en ese artículo.

Es curioso comprobar las distintas interpretaciones del término «seguridad alimentaria» que se realizan dependiendo de la procedencia del medio de comunicación. Fundamentalmente, si se trata de un medio iberoamericano, tiene la acepción de subalimentación. En cambio, en los medios catalanes y españoles, se identifica con «las características inocuas para la salud del consumo de un determinado producto alimenticio». Asimismo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala como características de la «seguridad alimentaria y nutricional» el hecho de tener comida disponible, que exista una manera de conseguirlo (por ejemplo, dinero para comprar alimentos), que estos alimentos sean suficientes, inocuos y nutritivos para que nuestro cuerpo pueda conseguir la energía y los nutrientes necesarios para tener una vida sana, y, por último, que esta situación sea continuada en el tiempo.

Manuel Murillo

Sr. Manuel Murillo

En parte, esa confusión y ambivalencia en la interpretación del término «seguridad alimentaria» podría ser consecuencia, principalmente, de una deficiente traducción de «food security» (que hace referencia en inglés al acceso a los alimentos) y «food safety» (que se identifica con la inocuidad de los alimentos). Los medios de comunicación apenas consideran las informaciones sobre «food security» como informaciones relativas a la comunicación alimentaria, sino que se relaciona más bien con el tercer sector y la solidaridad.

Hoy en día también hay que tener en cuenta nuevos campos disruptivos de la comunicación alimentaria que están adquiriendo importancia y que tienen que ver fundamentalmente con la investigación genética (nutrigenómica o la información sobre la microbiota intestinal, entre otros). También encontramos la investigación que la industria farmacéutica y los centros de referencia están haciendo sobre los productos y alimentos del mar y sus peculiaridades. Incluso, nuevos ámbitos como la bioinformática se están enfocando mucho en este momento en el tratamiento de grandes volúmenes de datos. Tanto es así que el objetivo es buscar respuestas en el Big Data y la inteligencia artificial en dos ámbitos principales: la salud y el sector alimentario (Bioinformáticos Barcelona 2015).

La comunicación alimentaria es, consecuentemente, muy poliédrica y multidisciplinar, ya que, con el denominador común del alimento, la información transita en diferentes secciones de los medios de comunicación (sociedad-salud, economía-empresa, innovación, educación e, incluso, gastronomía, nutrición y estética y belleza). ¿Podríamos definir así un ámbito amplio de «comunicación alimentaria o de los alimentos»? Es complicado, ya que la comunicación alimentaria parece sólo patrimonio de la comunicación de crisis, es decir, de la comunicación relativa a la gestión de las crisis sanitarias provocadas por las alertas por el consumo de alimentos en mal estado y sus consecuencias en la población. Ni los medios de comunicación, ni los periodistas, ni la formación de comunicadores y divulgadores aglutinan y dominan todo el conocimiento y la influencia que el universo informativo de los alimentos tiene en este momento y tendrá en un futuro próximo. Por esto se ha optado por la opción precaria y no amplia de la comunicación alimentaria.

El filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach dijo, en 1850, en su escrito «Enseñanza de la alimentación»: «Si se quiere mejorar el pueblo, en vez de discursos contra los pecados, den mejores alimentos. El hombre es lo que come», que con el tiempo a menudo se ha interpretado como «somos lo que comemos» (Los Infoodistas, 2021). Sin duda, se convirtió en una de las primeras acciones divulgativas sobre la comunicación de los alimentos que tuvo poco que ver con la inocuidad más bien con el derecho al acceso a los alimentos por parte de la población más desfavorecida. Sin embargo, años más tarde, en 1906, la sociedad americana se alarmó sobre, en este caso, la salubridad e inocuidad de los alimentos a consecuencia de la publicación de la novela «La Jungla» (Collado Santiago, 2013), del periodista y novelista estadounidense Upton Sinclair. Se describían las duras condiciones de vida y explotación en un matadero de Chicago de inmigrantes recién llegados a Estados Unidos en busca del sueño americano. Sinclair ilustraba las deficientes y escandalosas condiciones de insalubridad de estas instalaciones, y el insano tratamiento que la industria cárnica de entonces daba a sus productos, lo que escandalizó a la sociedad estadounidense de principios del Siglo XX.

Esta indefinición conceptual, y el poco claro alcance de la comunicación alimenticia, también puede verse reflejada en la oferta formativa sobre seguridad alimentaria y comunicación alimentaria que existe en los planes docentes universitarios. De esta modo, en másteres oficiales como el interuniversitario de Seguridad Alimentaria de la Universidad de Barcelona y la Universidad Autónoma de Barcelona, la comunicación hace referencia fundamentalmente a la comunicación de crisis. Por otra parte, másteres como el Máster Universitario en Nutrición Humana y Dietética Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid o cursos especializados como el de Especialidad en Educación y Comunicación Alimentaria de la Universidad Abierta de Cataluña se enfocan más en aspectos de comunicación nutricional, de hábitos de consumo e incluso imagen personal.

Sociedad y credibilidad del periodista alimentario

El número 1 de la revista «Alimentación y comunicación» (septiembre 2020), editada por el Observatorio de la Comunicación Científica (OCC-UPF) de la Universidad Pompeu Fabra y el Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalitat de Cataluña reflejaba una encuesta sobre los principales temas de interés de la sociedad
catalana en materia de alimentación. En el artículo «¿Cuáles son los intereses y hábitos informativos de la población relacionados con la alimentación?» (Casino, 2017) de este monográfico, escrito por Gonzalo Casino, director adjunto de la OCC-UPF, se afirma que «el interés de la población catalana por los temas alimentarios divulgados a través de los medios de comunicación, internet y las redes sociales es entre medio y alto (3,47 sobre 5)». Añade que «los tres temas alimenticios que más inquietan a la población de Cataluña son los efectos que tienen los alimentos en la salud, las ideas y noticias falsas sobre alimentación y el impacto de la producción de los alimentos sobre el medio ambiente».

Estos tres asuntos destacados son los únicos que suscitan «bastante interés» (4 sobre 5). En el artículo, Casino también afirma que «la población es muy receptiva a recibir información y aprender sobre los temas de alimentación, pero echa de menos fuentes de confianza. Se detecta que existe un espacio y una necesidad de nuevos canales que ofrezcan o filtren información de calidad». Lo más sorprendente de esta encuesta, realizada mediante un grupo focal, es que los médicos y otros sanitarios, junto con los científicos, son los profesionales que merecen mayor credibilidad cuando se informan sobre alimentación. Por otro lado, los periodistas y los técnicos de la Administración son los profesionales que merecen menor credibilidad cuando informan sobre estos temas.

Según los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) (Ministerio de Consumo, 2021), durante el 2020 se notificaron 356 alertas alimentarias en España, que incluyen información sobre «aquellas alertas alimentarias que deban ser objeto de información pública, tanto por su repercusión sanitaria como por la posible distribución al consumidor final. No se incluyen las alertas alimentarias de alergénicos ni las de complementos alimenticios que, por sus características particulares, disponen de una subsección específica». Estas alertas alimentarias, junto con la información que proporcionan las principales asociaciones de consumidores y las entidades administrativas de seguridad alimentaria autonómicas (recogidas principalmente por las agencias de información general como Efe, Europa Press y la Agencia Catalana de Noticias en sus despachos) son las principales fuentes de información de los medios de comunicación. Sin embargo, según Juan Ramón Hidalgo, abogado especializado en seguridad alimentaria, profesor del máster de Seguridad Alimentaria y expresidente de la Sociedad Española de Seguridad Alimentaria, en pocas ocasiones las pymes que sufren una crisis alimentaria gestionan convenientemente la comunicación.

Según datos de la Promotora de los Alimentos Catalanes (Prodeca, 2021), el sector agroalimentario genera un volumen de negocio de 38.205 millones de euros, cifra que equivale al 16,28% del PIB de Cataluña, y que proporciona un empleo directo a 163.372 personas. Estos datos lo convierten en el primer sector económico del país. Lo integran 57.423 explotaciones agrarias, 3.922 industrias de alimentación y bebidas y 436 establecimientos de la industria auxiliar agroalimentaria. De estas 3.922 empresas agroalimentarias catalanas, que representan un 12,5% de las españolas, el 75% son pymes que tienen menos de 10 trabajadores. Este hecho provoca que cuando se produce una crisis alimentaria, que mayoritariamente afecta a pequeñas y medianas empresas locales, los medios de comunicación no accedan a la fuente de primera mano. Esto lleva a una institucionalización de la información, ya que el periodista se nutre de la información oficial de los organismos de intervención y control y de las agencias de información generales. Esta comunicación de crisis no sólo afecta a la claridad de la situación de alerta alimentaria, sino también a la reputación de marca de la compañía afectada, lo que pone en muchas ocasiones en peligro la viabilidad del negocio y sus puestos de trabajo.

Conclusiones

  • La comunicación alimentaria ha estado vigente desde los inicios del Siglo XX en los medios de comunicación y en la sociedad, tanto en su vertiente de inocuidad como de accesibilidad a los alimentos. Durante el siglo pasado la comunicación alimentaria ha tenido fundamentalmente una gran importancia en el ámbito de la salud, que todavía perdura como uno de los aspectos más significativos, pero no lo único.
  • Con la creación de organismos de inspección y control, normas de seguridad y legislación sobre información y derechos de los consumidores, la información alimentaria de crisis, sobre todo debido a las alertas alimentarias, es la que mayor peso y relevancia tiene en los medios de comunicación (por encima de otros aspectos importantes económicos, ambientales, sociales y tecnológicos).
  • Hoy en día los alimentos comprenden nuevos espacios de desarrollo, progreso, búsqueda y oportunidades que están configurando una piedra angular en el futuro del progreso económico y social de nuestra sociedad. La comunicación alimentaria no debe de dar la espalda a estos nuevos ámbitos estratégicos y debe erigirse en protagonista de la transmisión de sus contenidos.
  • El comunicador alimentario, desde la responsabilidad de recabar información precisa, analizarla e interpretarla para una mayor comprensión de la sociedad (tarea periodística), debe ser el responsable de su tratamiento y divulgación. Por esto es necesaria una adecuada formación que comprenda todos los ámbitos en los que los alimentos están afectando a la vida tanto de las personas como del planeta, sobre todo con el avance de la ciencia y tecnología en sectores como la genómica y la inteligencia artificial, entre otros.
  • No existe una oferta formativa en la actualidad que recoja todos los ámbitos de la comunicación alimentaria desde una vertiente transversal y multidisciplinaria, tanto desde de un punto de vista de contenidos como estratégico, que tenga en cuenta el progreso de la sociedad y de su entorno.