Francesc Torralba
Director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universidad Ramon Llull y de la Cátedra de Pensamiento Cristiano del Obispado de Urgell y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en la publicación semanal «Full Dominical» el 6 de septiembre de 2020
Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universidad Ramon Llull y de la Cátedra de Pensamiento Cristiano del Obispado de Urgell y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), sintetiza en la sección «La lògica del do», que publica desde el pasado mes de abril en el «Full Dominical» que edita la Archidiócesis de Barcelona, su obra «Jesucristo 2.0» (PPC), una visión íntima del hecho religioso donde el autor evoca una experiencia real que ha ido configurando a lo largo de una vida. En la última entrega, la 18.ª, publicada el pasado 6 de septiembre, Torralba ofrece un fragmento del capítulo que titula «Gramática de la esperanza» y dedica al inexorable final de la vida como un hecho aceptado.
«No creo que estemos hechos para la muerte, sino todo lo contrario, para la vida, aunque caminamos inexorablemente hacia la muerte desde el mismo momento de nacer y debemos pasar, irremisiblemente, por el trance de la muerte. A veces pienso en la nada cósmica y siento verdadero temor. No puedo contener las lágrimas hacia abajo. Escribe Soren Kierkegaard que la desesperación es vivir sin la perspectiva de la eternidad, es sentir que el barco se hunde y que nada ni nadie puede evitarlo», inicia el académico esta breve e intensa reflexión.
Ante la certeza de la muerte, Torralba se plantea diversas opciones para aceptar un destino inexorable: no pensar en ello, resignarse, tener una fe en la ciencia y en la técnica, refugiarse en las sabidurías del Extremo Oriente cada vez más habituales en nuestra sociedad… o bien esperar la eternidad. «Es la esperanza que se construye a partir del hecho pascual, de la muerte y de la resurrección de Jesús. Optar por Cristo no es una ciega conformidad con las cosas y con las leyes, sino un paso adelante de la humanidad, más allá de la afirmación de sí mismo, hacia el amor que todo lo puede», considera.