María Asunción Peiré, académica correspondiente de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), participó en el IV Acto Internacional-Congreso Europeo de Investigaciones Interdisciplinarias de la RAED, que se celebró el pasado mes de julio en diversas capitales del Mediterráneo con la exposición del trabajo «Justificación ética y científica de los ensayos clínicos en pediatría», donde señaló la responsabilidad de la industria farmacéutica, que más allá de su obligación de cumplir con las regulaciones y marco legal debe centrar sus esfuerzos en desarrollar productos dirigidos a un sector de la población vulnerable que económicamente puede no ser el más rentable.
Doctora en Medicina y Cirugía, abogada y farmacóloga, Peiré no dudó en afirmar que, entrado el siglo XXI, «los niños son ‘huérfanos terapéuticos’, por lo que el realizar ensayos clínicos sobre ellos constituye una auténtica ¡necesidad moral! en base a su peculiar farmacología, porque no son adultos en miniatura». Peiré reseñó en su trabajo los principales conceptos y peculiaridades de la farmacología pediátrica, repasó brevemente su historia, con sus hitos y sus fracasos terapéuticos, y se detuvo en los retos y perspectivas de futuro, que sólo llegarán a buen puerto -aseguró- con la implicación de las administraciones y una formación específica y rigurosa de sus especialistas.
«En la Unión Europea residen actualmente más de cien millones de niños y muchos padres desconocen que la mayoría de medicamentos que reciben sus hijos nunca han sido objeto de serios estudios pediátricos que determinen científicamente las indicaciones o dosis pediátricas adecuadas. A todo ello hay que añadir que los niños son grandes consumidores de medicamentos, lo que plantea un grave conflicto ético y jurídico por cuanto la realidad muestra que un gran número de fármacos que se usan actualmente de forma rutinaria carecen de licencia de uso pediátrico», destacó la académica.
Para Peiré, resulta un imperativo ético no perpetuar por más tiempo la situación sobrevenida de orfandad terapéutica del niño. «En primer lugar, existe una justificación ética primero y científica después basada en el conocimiento de la peculiar farmacología pediátrica; en segundo lugar, lógicamente deben guardarse unas especiales medidas protectoras que tienen su correlato legal, y por último, este imperativo ético ha devenido una obligación legal que trata de incentivar la investigación pediátrica y obliga a las compañías farmacéuticas a realizar ensayos clínicos en menores de edad», expuso Peiré.