Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «Comprometidos con la biosfera y el mar», una reflexión sobre la necesidad de cambiar el actual modelo de desarrollo que guía a la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) en proyectos como la Expedición Científica a las Islas Galápagos o el completo informe Retos Vitales para una nueva Era, que ya se encuentra en su segunda edición.
La intensa actividad humana nos ha llevado a una drástica transformación del entorno natural que es cada vez más vulnerable e incapaz de contrarrestar los impactos y presiones al que lo hemos sometido. Las inverosímiles y cada vez más recurrentes olas de calor que estamos sufriendo y las prolongadas sequías son una clara prueba de ello. Es irrefutable que el equilibrio funcional de la biosfera, poco o más rápido de lo esperado, va remitiendo. Calentamiento global, pérdida de biodiversidad, polución del aire y del suelo, contaminación del ciclo del agua (lluvia, ríos, lagos, estuarios y mares del mundo, etc.) todo ello contribuye a aumentar nuestra vulnerabilidad y la capacidad de supervivencia de nuestra especie en un planeta perfecto. La pregunta es si vamos a reaccionar a tiempo para evitar el más que probable colapso de nuestra civilización durante la próxima década.
La RAED y su Fundación siguen comprometidos con el propósito de proteger el medio marino y poner en valor su capital natural, tanto a nivel ecológico como económico y humano, a través del proyecto Silmar y de la iniciativa Bluecapitals. Estas son dos acciones disruptivas, útiles y muy necesarias para contribuir desde la acción local a preservar y proteger este patrimonio planetario del que dependemos, del cual sólo somos sus usufructuarios y del que nos inhibimos de cualquier responsabilidad hacia las nuevas generaciones.
En los últimos años la sociedad global se ha hecho algo más consciente del nivel de contaminación del mar, sabiendo que más del 80 % de los residuos que se encuentran en el gran océano provienen de los ríos y las zonas litorales humanizadas. Además, gran parte de la contaminación de las aguas costeras y, específicamente, en mares cerrados como el Mediterráneo, el mar Negro, el Báltico, el Caspio o el mar Rojo, proviene de la contaminación orgánica de aguas residuales de los pueblos y ciudades que hay en sus cuencas. Aguas que también aportan residuos de alimentos, aceites, microfibras, microplásticos, subproductos de higiene e infinidad de compuestos químicos como detergentes, ceras, siliconas, micropartículas de caucho, mezclado con bacterias, virus y otros microorganismos insalubres, además de efluentes de origen agrícola con altos niveles de pesticidas, fósforo y nitrógeno. Un caldo de cultivo que favorece la proliferación de bacterias patógenas, microorganismos y algas que consumen el oxígeno disuelto en la columna de agua marina, empobreciendo hábitats y ecosistemas y facilitando la aparición de especies oportunistas e invasoras.
La producción de plástico a escala mundial genera 275 millones de toneladas de residuos plásticos/año, un volumen superior a la producción anual, dado que se incorporan stocks producidos de años anteriores más el cómputo del reciclaje. En las ciudades costeras del planeta ubicadas a menos de 50 km de la costa (unos 2.000 millones de personas viven en esta franja litoral) se generan unos 99,5 millones de residuos plásticos/año y la mala gestión de estos subproductos generan 31,9 millones de toneladas/año de plásticos de los cuales llegan al mar unos 8 millones de toneladas/año, el 20% de los cuales queda flotando en la superficie marina y el resto se hunde.
Datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de 2018 corroboran que los desechos plásticos causan la muerte de más de un millón de aves marinas cada año y afectan a más de cien mil mamíferos marinos. China es el principal vertedero de plástico, al arrojar alrededor de un millón de toneladas de basura al mar, debido en gran parte a su enorme población que vive cerca de las cuencas de los grandes ríos y también a lo largo de su extensa costa. Le siguen Indonesia, África, América Latina y la zona del Caribe, América del Norte, el Mediterráneo oriental y Europa.
Los ecosistemas marinos funcionales son capaces de generar, a partir de elementos y factores bióticos y abióticos, stocks de capital natural y un conjunto de servicios ecosistémicos vitales para el mantenimiento de la vida y el bienestar humano. Servicios ecológicos como ser el almacén primordial que permite el ciclo del agua entre mares y continentes, establecer la protección de la línea de costa, modular la estabilidad climática que permite el desarrollo de la vida marina en todas sus formas, la generación de la llamada proteína perfecta (Sharpless, 2013); una idea revolucionaria sobre la explotación sostenible del pescado azul para alimentar al mundo protegiendo los océanos.
El gran océano también mantiene sanas y productivas las pesquerías, además de conservar y producir biodiversidad. Genera el 60% del oxígeno planetario y captura el carbono (carbono azul) sobrante de la atmósfera (un proceso ahora muy ralentizado). Hay que destacar la función ecológica y ambiental de los manglares y las praderas marinas, estas almacenan en sus sedimentos aproximadamente 83 TC/km2 anuales, demostrando su mayor capacidad de retención de carbono comparado con otros ecosistemas terrestres (Fourqurean et al., 2012). Además, el proceso de funcionamiento natural del sistema marino mantiene el paisaje litoral y las playas, elementos esenciales para nuestro bienestar y para mantener la economía del turismo a escala mundial. Por otro lado, el mar contiene infinidad de principios activos (farmacología azul) integrados en su basta biodiversidad genética y de los cuales solo conocemos una mínima parte. Hoy, se empieza a vislumbrar, gracias a las nuevas tecnologías, las importantes aplicaciones médicas, farmacológicas y cosméticas y que, en un futuro próximo, con el uso de la inteligencia artificial y la biomimética, podremos descubrir y utilizar en todo su potencial.
La población mundial no deja de crecer, estableciéndose en sociedades cada vez más complejas, interconectadas e interdependientes, con un denominador común: la cultura del crecimiento y el consumo donde todo, o casi todo, se compra y se vende y donde la presión sobre el medio marino y el medio ambiente en general es cada vez más difícil de frenar. Modular correctamente el crecimiento, sobre todo a través de la educación, es un reto que hay que afrontar sin dilación, si queremos seguir prosperando como humanos. Otro reto esencial es conseguir la conciliación del uso sostenible de los mares y océanos (ecología) con la gestión responsable de los recursos obtenidos (la economía). Este proceso de concordancia debe servir para romper el histórico aislamiento conceptual y profesional que ha dado lugar a que las políticas económicas y ambientales, se anulen mutuamente, en lugar de reforzarse e innovar para asegurar la vida de forma perdurable.
Para que esta metamorfosis tenga lugar hace falta incorporar en nuestras culturas un cambio de paradigma sobre los objetivos y visión de la economía que, lejos de la productividad y el beneficio a cualquier precio debe, por encima de todo, proteger el capital natural para que genere los réditos que permitan mantener sano y activo al propio ecosistema oceánico y aportar los servicios ecosistémicos suficientes para permitir la prosperidad humana bien entendida. Los retos que planteo como principales tienen un factor de dependencia desde un punto de vista humano en la economía y concretamente en la inversión en capital y recursos que los estados y las corporaciones deben realizar para cambiar las cosas. En este sentido, la protección eficaz de los ecosistemas marinos del planeta, tanto en zonas costeras de los continentes, como en los espacios insulares y en gran parte del océano, es un reto fundamental que debemos aceptar para garantizar mares sanos, ecológicamente funcionales y productivos.
Queda manifiesto que las limitaciones de crecimiento de la humanidad en un planeta finito nos harán volver nuestra mirada al mar, porque nuestro futuro será marino o no será. Esto solo será posible si somos capaces de afrontar otro reto esencial, invertir los esfuerzos necesarios para impulsar la ciencia y mejorar nuestro conocimiento sobre el gran océano planetario. Las nuevas generaciones deben albergar la sabiduría para ver en los mares y océanos una oportunidad para el progreso humano, en el que prevalezcan un profundo respeto y la admiración por su naturaleza. Frente a los retos planteados, el mayor riesgo que puede experimentar la humanidad con el conocimiento y las herramientas de las que dispone en su periplo hacia el futuro, es no hacer nada y desvanecerse.
En este contexto de acción por el planeta el Centro Comercial Diagonal Mar de Barcelona, patrocinador activo del proyecto Silmar y coincidiendo con su 20 aniversario está impulsando el proyecto de sensibilización social Reciclart. Este novedoso proyecto integra arte, sostenibilidad y conciencia ciudadana para la conservación del mar. Los artistas Albert Aran y Luciano Lozupone han creado un espectacular mural de grandes dimensiones (45 metros de largo x 4 metros de alto) mediante «live-painting». La obra incorpora elementos y espacios presentes en el centro comercial y desprende valores y el propósito de Responsabilidad Social Corporativa de la empresa Diagonal Mar como es su carácter mediterráneo y su vinculación con el mar, la sostenibilidad y su implicación para la conservación del mar a través del proyecto Silmar. En el proyecto Reciclart también han participado la Fundación Trinijove y la Federación Catalana de Vela y los clientes del centro comercial Diagonal Mar. El mural se puede visitar en propio centro.