Francisco González de Posada, presidente de la Academia de Ciencias, Ingeniería y Humanidades de Lanzarote y colaborador habitual de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), publicó el pasado 1 de octubre en los «Cuadernos de Historia Moderna» de la Universidad Complutense de Madrid el artículo «Carlos V (1500-1558) y la ciencia», donde reseña desde un punto de vista sociológico el desarrollo de la ciencia, los científicos y la sociedad en los tiempos del Emperador.
El estudioso sitúa en el centro de su estudio a los cinco científicos que marcan un antes y un después en esta época renacentista, rompiendo con el pensamiento escolástico y abriendo nuevas vías en el pensamiento occcidental a la espera de la revolución científica galileana: Leonardo da Vinci, Nicolás Copérnico, Pedro de Medina, Andrés Laguna y Juanelo Turriano. «Con este panorama serán novedades en el proceso histórico de esta nueva era el ascenso social de los inventores, el desarrollo de las matemáticas aplicadas, progresivamente integradas en la Corte y en los ambientes urbanos, y un paulatino crecimiento de la relación entre innovación y poder», señala el autor.
Como nueva línea de pensamiento que entronca la antigua y nueva forma de ver y analizar la realidad, González de Posada señala el humanismo, deudor de la tradición cristiana y, a su vez, marco del libre albedrío y libertad individual, fundamental para el desarrollo de la ciencia. En el contexto social, el autor sitúa como elementos que contribuyeron a este cambio de paradigma la transmisión creciente del saber, el crecimiento del comercio, la navegación hacia nuevos mundos y el desarrollo de una banca que aportó los recursos financieros a las nuevas aventuras trasatlánticas y abrió la era de las ciencias económicas.
Asimismo, no se entenderían estos avances sin la difusión del libro impreso. «Tras las ediciones iniciadas en la segunda mitad del siglo XV, el libro alcanzaría una notable propagación. Más allá de la Biblia y los libros religiosos, ejemplo significativo fue el caso del ‘Almagesto’, tratado astronómico del siglo II de nuestra era escrito por Claudio Ptolomeo, que sería impreso en latín en 1515 en Venecia y en 1538 en griego en Basilea. La imprenta facilitaría la expansión de una creciente cultura científica», señala el académico.