Jordi Martí, profesor de Economía y Contabilidad de la Universidad de Barcelona, director del Master en Verificación de Información no Financiera del mismo centro y académico de número y miembro de la Junta de Gobierno de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), pronunció el pasado 14 de julio la conferencia «Inteligencia artificial y entorno natural» en el marco de una sesión de la Academia de Ciencias, Ingenierías y Humanidades de Lanzarote tras ser nombrado académico correspondiente en Cataluña de esta institución. La ponencia completó su discurso de ingreso, que leyó sólo un día antes y llevaba por título «La inteligencia artificial y la estupidez natural». El acto académico se celebró en el Hotel Lancelot Playa de Arrecife bajo la presidencia de Francisco González de Posada, académico de honor de la RAED y presidente de la Academia de Lanzarote.
Martí introdujo a los presentes en la relación que se establecerá entre la inteligencia artificial, actualmente en plena efervescencia, y la gestión del medio ambiente, fundamental para contener la crisis climática. El nuevo académico inició su intervención recordando los trabajos que Isaac Asimov empezó a desarrollar hace más de 80 años sobre robótica. De las obras de este científico se destaca especialmente su capacidad de divulgación, pero sin olvidar su enorme capacidad de reflexión sobre el hombre como ser social. «De los escritos de Asimov debe recordarse siempre que formuló las leyes de la robótica, que con el entorno de la inteligencia artificial son más necesarias que nunca. Se estructuran en tres grandes proposiciones: un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano tome mal; un robot debe obedecer las órdenes de los seres humanos, excepto si entran en conflicto con la primera ley, y un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley», recordó.
«Si la inteligencia artifical se coloca sobre una máquina con aspecto humanoide o animaloide, tendremos un robot. Es importante determinar estas dos realidades, la parte mecánica y la parte de programación informática. La inteligencia artificial se desarrolla, hoy por hoy, mediante lenguajes informáticos capaces de tratar problemas estocásticos. Las máquinas sobre las que se incorpore serán las que nos recordarán las imágenes que en época de Asimov eran ciencia ficción. Estos programas y estas máquinas deben respetar las leyes de la robótica y esto supone que deben saber actuar con el entorno natural. Al ser humano se le daña no sólo con un ataque directo a su cuerpo, también mediante ataques indirectos a través de dañar el entorno medioambiental», añadió el ponente.
Martí estableció claramente cómo la responsabilidad de los individuos, de las sociedades mercantiles y de las administraciones públicas cada vez se contempla más allá de su propia composición interna. «Todos los humanos hemos ido obteniendo año tras año más consciencia de nuestra obligación de mantener y proteger el entorno natural. Desde los primeros intentos de la Organización de las Naciones Unidas para conseguir que los estados tuvieran en cuenta que los recursos naturales eran limitados a finales de los años 60el siglo XX, hasta la definición de crecimiento sostenible en el Informe Bruntland en 1986 pasaron grandes científicos que no tuvieron el reconocimiento que merecían», señaló el ponente.
El académico recordó el informe que en 1970 Donella Meadows presentó al Club de Roma sobre los límites del crecimiento. Un estudio fundamentado sobre programación matemática utilizando uno de los primeros ordenadores que el Instituto de Tecnología de Massachusetts había conseguido. «Sin embargo, hemos tenido que esperar 50 años para que todas las sociedades mercantiles y las administraciones entiendan que no sólo deben dedicarse a maximizar el beneficio de sus miembros, deben también preocuparse por sus semejantes», concluyó Martí.