Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, aborda el nuevo modelo económico que exige la actual crisis climática en el artículo «Economía circular frente a biodiversidad: un reto vital para alcanzar la sostenibilidad», que se sitúa en el marco de sus recientes reflexiones sobre el papel que la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) deben jugar en este obligado cambio de era en el que la humanidad se juega buena parte de su futuro.

Economía circular frente a biodiversidad: un reto vital para alcanzar la sostenibilidad

La reducción de la biodiversidad en el planeta es un riesgo sistémico que amenaza la prosperidad de nuestra civilización y a nuestro futuro como especie. Para frenar y revertir esta pérdida es imprescindible forjar con urgencia un cambio transformador en nuestra economía extractiva, derrochadora y altamente contaminante. Emulado de la naturaleza, el concepto de la economía circular está demostrando su eficacia para lograr el cambio que necesitamos pues, en su proceso de desarrollo cíclico, permite reconstruir la biodiversidad, potencia el entorno natural y brinda grandes beneficios a la sociedad.

Hoy, la ciencia ha demostrado y el sistema socioeconómico global ha entendido claramente que el crecimiento basado en una economía lineal extractiva, derrochadora y contaminante es sinónimo de crisis social, ambiental y económica e involución. La pérdida de calidad ambiental del suelo, del agua y del paisaje, así como de la biodiversidad está en las agendas globales de todos los gobiernos del mundo a medida que nos enfrentamos a la sexta extinción masiva, con previsiones alarmantes de pérdida de más de un millón de especies en la próxima década. Una realidad cuyo significado pocos alcanzamos a comprender pero que, en pocas palabras, significa el colapso de los sistemas ecológicos más importantes de los que dependemos para mantener nuestra salud y para seguir avanzando como sociedad en el futuro. La realidad demuestra que más del 90% de la pérdida de biodiversidad que hemos generado en el planeta se debe a la extracción y procesamiento de los recursos naturales (data.worldbank.org).

El modelo económico clásico basado en un crecimiento a toda costa ha sido, en la mayoría de los casos, miope frente a la actual situación de crisis ambiental y de limitación al acceso a los recursos naturales de calidad. Como ejemplo, en el sector de la producción agrícola intensiva para la producción de cereal, la búsqueda y adecuación de tierras, normalmente no aptas, provoca la pérdida de hábitats y de sistemas ecológicos muy frágiles que son necesarios para mantener los sistemas naturales sanos, funcionales y productivos. Además, muchas prácticas agrícolas que se realizan de manera intensiva y extensiva en todo el mundo provocan la contaminación del suelo, del aire y del agua y una sobreexplotación de otros recursos que se necesitan para mantener esas altas productividades para competir en un mercado poco o nada sensible al impacto ambiental generado en dichos procesos. En el caso de la industria, en general, cometemos el mismo error, con el concepto de productividad y crecimiento sin límites a un coste ambiental y social poco visible en los productos que compramos de manera compulsiva, una conducta que forma parte de nuestra cultura y que es imperativo cambiar.

Diagrama del concepto de economía circular en un sistema productivo o de servicios

Diagrama del concepto de economía circular en un sistema productivo o de servicios alineado con los 17 ODS en el horizonte 2030.

El modelo productivo clásico es lineal y busca hacer diana en el mercado, sin preocuparse del impacto de dicho producto en el medio ambiente (no se valoran ni integran los costes ambientales), en la sociedad o en las futuras generaciones. Por el contrario, la economía circular plantea un cambio de visión de la productividad, basándose en cómo funciona la naturaleza, donde nada se desperdicia. La economía circular busca generar impacto en el mercado, pero integrando y valorando el impacto ambiental y social del producto o servicio, y plantea el concepto de ecodiseño para generar actividad económica sostenible solucionando los problemas e impactos que se pueden derivar del ciclo de vida del producto, reduciendo los residuos generados y eliminando o compensando los gases de efecto invernadero, de otros contaminantes o poniendo en valor la ética del producto.

Para hacer frente al reto vital de frenar y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030 necesitamos de forma imperativa transformar nuestro modelo de producción y consumo a escala global, un desafío altamente improbable de conseguir a medio plazo y que podríamos alcanzar en 3 décadas si nos formamos mejor, somos consecuentes con las necesidades del planeta e invertimos en la educación de las nuevas generaciones alejándonos del modelo clásico de productividad y de los valores de consumo que aún hoy prevalecen en la sociedad occidental (publicidad, marketing, competitividad…) donde lo material es objetivo vital para alcanzar la felicidad. Nada más lejos de la realidad, o educamos en la realidad del mundo que habitamos y sus límites sociales, económicos y de crecimiento o las nuevas generaciones sufrirán las consecuencias.

Como argumenta la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) -órgano intergubernamental independiente, establecido por los Estados miembros en 2012, cuyo objetivo es fortalecer la interfaz científico-normativa para la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas para la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica, el bienestar humano a largo plazo y el desarrollo sostenible-, la pérdida de biodiversidad mundial solo puede abordarse a través de transformaciones económicas, sociales, políticas y los cambios tecnológicos. Eso significa ir mucho más allá de los esfuerzos de conservación y restauración del capital natural, debemos cambiar la forma en que producimos, utilizamos y reciclamos los productos y nuestros alimentos. En síntesis, significa rediseñar nuestra economía para ayudar a lograr un futuro positivo para la naturaleza y la humanidad.

La economía circular ofrece un escenario conceptual y de proceso ideal para afrontar este reto transformador en nuestras vidas. ¿Cómo?, haciendo compatible la prosperidad económica inteligente con el bienestar de la sociedad, el uso sostenible de los recursos naturales y la restauración de la naturaleza. La economía circular ofrece oportunidades para un nuevo y mejor crecimiento, que no solo contribuyen a salvaguardar y a recuperar la biodiversidad y sus vitales interconexiones, sino que además proporciona otros beneficios para toda la sociedad, como ayudar a abordar el cambio climático, mejorar la calidad del aire y del agua y reducir el coste del acceso a bienes y servicios. La economía circular enfocada a la recuperación de la biodiversidad debe centrarse urgentemente en cuatro elementos clave: la producción alimentaria, la protección y reconstrucción del medio ambiente, la producción industrial y de servicios y la gestión integrada de residuos. En este contexto el proyecto Retos Vitales para una Nueva Era expone y analiza en sus artículos y postulados académicos el replanteamiento del modelo económico y el modo de actuar para hacer frente a estos desafíos, de los cuales exponemos los tres más relevantes:

  1. Eliminar la contaminación y la gestión de residuos
    Para eliminar o reducir los impactos sobre la biodiversidad es esencial diseñar (ecodiseñar) los productos y/o servicios desde el principio analizando sus impactos ambientales, ecológicos y sociales en todo su ciclo de vida. Por ejemplo, eliminar el uso de plásticos innecesarios, usar plásticos compostables o utilizar productos de plástico para que tengan valor después del uso para su reutilización o reciclaje. Eso significa que pueden circular en la economía en lugar de desperdiciarse y contaminar el entorno.
  2. Circulación de productos y materiales
    La disminución en la demanda de productos y recursos naturales evita la pérdida de biodiversidad. Por ejemplo, en la fabricación de ropa, los productos más sostenibles con algodón de calidad y buen diseño se utilizan durante más tiempo, reducen la cantidad de agua y de tierra necesaria para cultivar el algodón. Esto deja más espacio para otros usos, incluida la conservación de áreas silvestres, que son cruciales para la salud y vigor de la biodiversidad. Otro ejemplo nos acerca al café encapsulado que vende Nespresso y otras marcas comerciales. Las cápsulas de aluminio, aun siendo reciclables, necesitan cantidades ingentes de recursos para su síntesis, metales que provienen de la minería, agua, pinturas… y de procesos productivos contaminantes, que afectan a la biodiversidad y generan emisiones de gases de efecto invernadero. Con un paquete de café molido de medio kilogramo se pueden producir 100 tazas de café de calidad y el impacto ambiental es muchísimo menor. En este contexto, la publicidad y el marketing orientado al consumo de café en las cápsulas de aluminio debería ser más ético y responsable, explicando al consumidor la huella ecológica que se genera al comprar ese producto y utilizarlo. Por otra parte, el precio de los productos del mercado, en general, no integra las externalidades negativas que generan ni cómo la empresa que lo fabrica, vende o distribuye lo compensa. El caso más extremo es el de las hamburguesas «fast food». Estas tienen un precio medio de mercado de 1,8 euros y los costes reales si integramos factores ambientales, ecológicos y sociales, llega a ser entre 20 y 30 veces superior.
  3. Regenerar la naturaleza
    La nueva actividad económica y nuestra civilización necesita reconstruir la biodiversidad o no prosperará sino todo lo contrario, involucionará. Los nuevos enfoques circulares sobre la agricultura regenerativa, la permacultura, la agroecología y entre otros la gestión forestal ecosostenible favorecen la biodiversidad, fortalecen los ecosistemas, aumentan de forma significativa la fijación de carbono en el suelo y mejoran la salud y capacidad productiva de los ecosistemas circundantes. Los gobiernos deberían legislar para permitir una agricultura y una silvicultura regenerativas para que esas zonas continuasen siendo productivas a largo plazo y de forma perdurable para las futuras generaciones. Por otra parte, los mercados y los consumidores deben aprender, respectivamente, a ser responsables de sus ventas y sus compras reclamando la regeneración de la naturaleza y de la biodiversidad en toda la cadena de valor.
Río Ter, naturaleza y valor ecológico

La economía circular diseña sus productos y servicios teniendo en cuenta la protección de la naturaleza y el valor ecológico y económico del capital natural a largo plazo. Río Ter. Foto: Miquel Ventura Monsó

Aunque vamos tarde, la transición a una economía circular se está acelerando a través de los nuevos negocios responsables, la transformación de las empresas existentes, las finanzas sostenibles y la formulación de estrategias y nuevas políticas, muy especialmente en el marco legislativo de la Unión Europea. Es un proceso lento, pero gracias a la creciente cultura del binomio productor-consumidor responsable se exigen a los mercados productos y servicios más justos, ecológicos y sostenibles en el marco de la economía circular y regenerativa.

Cada vez más empresas e industrias están adoptando principios circulares para crear valor, impulsar la innovación y aumentar competitividad. Ejemplos de ello los tenemos en la reventa de ropa usada, un mercado que se espera que sea dos veces más grande que la moda «low cost» en el horizonte 2030. En los bienes de consumo envasados las cadenas de valor se están transformando por una regulación cada vez más estricta, la presión pública y la innovación que tiende a la eficacia, la eficiencia y a la reducción de costes económicos y ambientales. En el sector de las finanzas, el interés en la economía circular es cada vez más alto y estratégico, pues se considera un factor esencial para cumplir con el medio ambiente, los objetivos sociales y de gobernanza (ESG) para un desarrollo económico inteligente tniendo en cuenta los límites de los recursos disponibles del planeta.

Los gobiernos de todo el mundo quieren acelerar el cambio hacia una economía circular y en la Unión Europea es un eje estratégico del Pacto Verde Europeo y de las hojas de ruta de las nuevas inversiones económicas en el marco de los fondos Next Generation. En este sentido, hay nuevas propuestas y legislación vinculante para impulsar la economía circular en mercados clave incluidos China, Latinoamérica y Japón con la UE. Finalmente, las empresas líderes del mundo empiezan a unir puntos con la circularidad en sus estrategias económicas y procesos para proteger la biodiversidad e invertir activamente en su conservación. Este proceso de cambio de modelo económico de los sectores productivos de los cuales dependemos debe realizarse con celeridad, pero también con responsabilidad y desde el conocimiento. Es aquí donde la RAED y su Fundación van a jugar un papel importante y estratégico para promover, desde la experiencia y el saber, el conocimiento útil y necesario para impulsar la economía circular a través del proyecto Retos Vitales para una Nueva Era.

En este proceso de acompañamiento nuestra labor es evaluar desde la ciencia los impactos de la economía clásica y las interacciones que genera sobre la naturaleza, la biodiversidad y el medio ambiente y establecer objetivos de acción para afrontar el reto. También, debemos ser capaces de identificar las oportunidades de la transformación de la empresa lineal a una empresa basada en la economía circular y cumplir con los objetivos de acción. Finalmente, influir en las cadenas de valor para ofrecerles soluciones innovadoras que puede generar cambios positivos a nivel del sistema, así como potenciar la colaboración para generar valor y alcanzar nuestro propósito de cumplir con los 17 ODS.

La combinación de implementar una estrategia de protección de la biodiversidad a escala global con la economía circular y sumado a los planes de recuperación e inversión derivados de la pandemia nos ofrece una oportunidad excelente para aprovechar ese estímulo y reorientarnos hacia nuevas formas de desarrollo más inteligentes, ecológicas y sostenibles, en lugar de simplemente acelerar el presente modelo económico lineal que es masivamente derrochador, contaminante y muy destructivo para los ecosistemas naturales y la biodiversidad.

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