Francisco López Muñoz
Profesor de Farmacología y vicerrector de Investigación y Ciencia y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela. Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el portal especializado The Conversation y en el diario «El Imparcial» de México el 2 de mayo de 2021
Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), explica el gran avance médico que supuso el descubrimiento de la insulina y los tratamientos con ella de la diabetes en el artículo «Un siglo de insulina: cuando la diabetes dejó de ser necesariamente mortal», publicado en el portal especializado The Conversation y en el diario «El Imparcial» de México el pasado 2 de mayo. El académico firma este artículo junto a Cecilio Álamo González, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares.
Ambos especialistas señalan cómo en la actualidad 400 millones de personas padecen diabetes mellitus y que el 8 % de la población occidental la desarrollará a lo largo de su vida. «Aunque es hoy un trastorno muy bien conocido y controlado, hace un siglo su pronóstico era dramático y conllevaba un desenlace fatal tras los primeros meses del diagnóstico en niños y adultos jóvenes. Todo cambió en 1921, cuando tuvo lugar uno de los más importantes avances de la historia de la medicina: el descubrimiento de la insulina. Éste era el origen, y a su vez solución, de la gravísima patología», inician su artículo.
López Muñoz y Álamo apuntan varios de los precedentes científicos del descubrimiento, deteniéndose, entre otros, en los investigadores alemanes Joseph von Mering y Oskar Minkovsky, quienes en 1889 confirmaron que la resección del páncreas en el perro inducía un cuadro severo de diabetes. Esto les hizo pensar en la existencia de alguna sustancia pancreática necesaria para la regulación de los niveles de glucosa del organismo. En 1909, Jean de Meyer acuñó el poético nombre de insulina (de ínsula, isla) para designar a la sustancia, aún no identificada, producida en lo que el también alemán Paul Langerhans había denominado islotes, una serie de grupos de células bien diferenciados en el páncreas, que era capaz de reducir la glucosa en la sangre.
«En enero de 1922, un paciente diabético de 14 años de edad, llamado Leonard Thompson, que pesaba 29 kilos debido a su enfermedad, fue el primero en recibir el extracto pancreático obtenido por Frederick Grant Banting y Charles Best. El tratamiento no tuvo éxito y debido a una reacción alérgica severa se vieron obligados a suspenderlo. Sin embargo, sólo 12 días después, se reinició el tratamiento con la administración del preparado elaborado por James Collip, que había seguido un concienzudo proceso de eliminación de muchos de los contaminantes que aún permanecían en el extracto de Banting y Best. Este último preparado funcionó considerablemente bien, redujo los niveles de glucosa en sangre y orina, los cuerpos cetónicos y gran parte de la sintomatología diabética», explican los investigadores.