Aldo Olcese
Presidente de la Fundación Independiente y de la Asociación Nacional Sociedad Civil Ahora y vicepresidente y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)

Artículo publicado en el número 7 de la revista cultural «Hasta el tuétano»

Dr. Aldo Olcese

Dr. Aldo Olcese

Aldo Olcese, presidente de la Fundación Independiente y de la Asociación Nacional Sociedad Civil Ahora y vicepresidente y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), publica en el número 7 de la revista cultural «Hasta el tuétano», correspondiente a los meses de junio y julio, el estudio «El final de una tragedia. Fernandito Túpac Amaru, último descendiente de la dinastía inca (1769-1798)», donde explica con detalle sus investigaciones para dar con los restos de este personaje histórico, hijo menor del libertador de América Túpac Amaru II y de Micaela Bastida, que murió en el exilio español en Madrid el 30 de julio de 1798 con el nombre españolizado de Fernando Tupamaro y fue enterrado en el cementerio de la madrileña parroquia de San Sebastián. La labor de Olcese le ha merecido el reconocimiento del Instituto de Desarrollo Ético de América de Perú.

Olcese inicia su relato explicando que inició sus pesquisas a petición de Ricardo Noriega Salaverry, presidente del partido Despertar Nacional y del Instituto Desarrollo Ético de América con el objeto de repatriar los restos de este personaje a Perú con ocasión de la celebración del Bicentenario de la Independencia. De la misma forma, existe la voluntad para que Fernandito, como popularmente se le conoce en el país andino, reposase en un mausoleo de los Incas en Cuzco.

«Fernandito llega desterrado a España en 1784 después de un periplo tan terrible como ser humano, como humillante para un hijo de Rey de los Incas. Todo comienza con la ejecución por decapitación y descuartizamiento de su padre, Túpac Amaru II, llamado José Gabriel Condorcanqui, marqués de Oropesa, en la plaza de Cuzco el 18 de mayo de 1781. Así como el ajusticiamiento de su madre, Micaela Bastida, por garrote, y de su hermano mayor Hipólito por ahorcamiento en el mismo acto. Fernandito de 12 años entonces y su hermano Mariano, de 17, son obligados a contemplar la escena dramática y se les respeta la vida por ser menores de edad, siendo enviados a prisión en Lima mientras se decide su deportación y destierro a España junto a otros familiares y amigos. Tras tres años prisioneros en Lima en 1784 salen para España en un galeón de la Corona rumbo a Cádiz previo paso por Brasil», narra el académico la trágica peripecia del personaje en su infancia.

Tupac Amaru II

Túpac Amaru II. Óleo sobre lienzo de Etna Velarde (2010)

Mariano moriría en la primera escala, y Fernandito tuvo que ser rescatado del naufragio del galeón en las costas de Portugal. Con 17 años es escolarizado en el colegio de los padres escolapios de Getafe. «En los últimos años de su vida Fernandito sale de Getafe y se traslada a Madrid para probar fortuna como administrativo y secretario de letras, pero la muerte le sorprende solo y arruinado hasta su entierro en alguno de los dos cementerios del actual barrio de las Letras, en el Convento de las Trinitarias o en la Parroquia de San Sebastián. La reciente búsqueda de los restos de Miguel de Cervantes en este convento hizo fácil el descarte, ya que se habían identificado a todos los enterrados allí en ese período. Y el hallazgo se produjo, finalmente, en la parroquia de la calle Atocha. «Fernandito apareció. Enterrado de limosna el 30 de julio de 1798 en la Iglesia de San Sebastián con el nombre españolizado de Tupamaro en lugar de Túpac Amaru«, señala Olcese.

La recuperación de los restos, enterrados en una fosa común en la que se han realizado repetidas sacas, es una labor imposible más allá de una entrega de restos simbólica. Ese será el último episodio de esta historia. «La misión histórica asumida por Aldo Olcese ha sido tan prolija que ha tenido que contactar con autoridades civiles y eclesiásticas, de las cuales ha recibido apoyo total para tan noble objetivo», agradeció el Instituto de Desarrollo Ético de América de Perú la labor del vicepresidente de la RAED.