Aldo Olcese
Presidente de la Fundación Independiente y de la Asociación Nacional Sociedad Civil Ahora y vicepresidente y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)

Carta publicada por el diario digital «El Confidencial» el 7 de septiembre de 2020

Aldo Olcese, presidente de la Fundación Independiente y de la Asociación Nacional Sociedad Civil Ahora y vicepresidente y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona en una carta publicada el pasado 7 de septiembre por el diario digital «El Confidencial» que titula «La moral de los jóvenes» sobre los recortes que han llevado a cabo las grandes empresas, en particular en el empleo juvenil y los proyectos vinculados con jóvenes trabajadores e investigadores, bajo la presión de la crisis económica que ha traído consigo la pandemia. Para el académico, muchas grandes firmas no estaban forzadas a imponer estas políticas de contención dados sus resultados e incluso unas cuentas saneadas, pero aún así lo han hecho por precaución. De ahí que las conmine a mantener su actividad y a ilusionar a los jóvenes ante lo que puede desembocar en una generación profesional perdida a consecuencia del coronavirus.

Dr. Aldo Olcese

Dr. Aldo Olcese

«Hay muchas empresas y autónomos que no pueden sobrevivir a la crisis sin recortes drásticos porque viven al día y eso es entendible. Pero las grandes compañías rentables se han sumado a ello con entusiasmo como medidas precautorias por si las cosas empeoran, sin reparar en que su política contribuye al empeoramiento más que a la mejora», señala Olcese. A su entender, los nuevos profesionales suponen un capital intangible para la economía y la sociedad que no puede malbaratarse.

Para el presidente de la Fundación Independiente, dentro de las responsabilidades de las grandes empresas está también mantener viva la llama del optimismo y una relativa normalidad en su actividad. «¿Puede un sistema capitalista sano permitirse el lujo de no ganar dinero un año o incluso de perderlo dentro de un contexto de ganancias acumuladas de forma ininterrumpida en los últimos treinta años en casi todos los sectores estratégicos de la economía mundial? la respuesta es que puede y debe», considera.

«No hay mayor tesoro en una sociedad que la felicidad que dan la motivación y las ilusiones de la juventud y su capacidad de generar dinámicas de motivación y modernización. Tenemos todos, y muy en especial los que tenemos el privilegio de decidir por los demás en diferentes ámbitos, la irrenunciable, indelegable e inevitable responsabilidad de mantener alta la moral colectiva, que empieza por la de los jóvenes», concluye.

 

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