Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «Ignoramos el valor del mar», que complementa sus recientes reflexiones sobre el papel que tienen la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) en este obligado cambio de era en el que la humanidad se juega buena parte de su futuro.
Ignoramos el valor del mar
Nuestras vidas dependen del mar y como decían los sabios griegos, «más maravilloso que la sabiduría de los ancianos y la sabiduría de los libros es la sabiduría secreta del mar». Los mares son el pasado, el presente y el futuro de nuestro planeta, de nuestra especie y sin ellos, jamás habríamos podido evolucionar. Ahora mismo no podríamos vivir, ni alimentarnos y nuestro futuro sin ellos se vuelve por completo imposible.
Desde la Fundación RAED estudiamos el medio marino litoral y es a través de este conocimiento y experiencia que divulgamos las funciones esenciales que el bioma más importante de la Tierra genera y a partir de las cuales existimos. Una realidad que la mayoría de la sociedad desconoce, ignorando su verdadero valor y fortuna.
Se cree que los pulmones de la Tierra se encuentran en las selvas tropicales que existen en la franja del ecuador planetario, espesos bosques que funcionan como las principales fuentes de oxígeno, de fijación de dióxido de carbono, de producción de biomasa y de depósitos naturales de biodiversidad. Pero esta afirmación no es del todo cierta, ya que la mayor producción de oxígeno del planeta se produce en las vastas masas de agua del gran océano planetario, fruto de la actividad metabólica del fitoplancton marino.
Estos organismos vegetales producen oxígeno y absorben CO₂ mediante la fotosíntesis, lo que genera un flujo de gases que nutre a las aguas marinas y a la atmósfera y gracias a ello podemos respirar.
Más del 76 % de la superficie de nuestro planeta está cubierta por agua salada, un hecho que daría la singularidad necesaria para que a la Tierra le llamáramos Planeta Océano, y eso quizás significaría que los humanos han entendido el valor y el significado del medio marino para nuestras vidas y le rinde su justo tributo dándole el nombre y el respeto que merece.
El tamaño y la dimensión del océano global empequeñece cualquier espacio que hay sobre los continentes. El mar es por excelencia el verdadero ecosistema planetario y eso hace que nuestro hogar, dentro del sistema solar, sea tan diferente del resto de los planetas, rebosante de formas de vida la cual más bella e interesante de conocer, observar y proteger.
Se estima que de los 375 millones de kilómetros cuadrados de superficie terrestre sumergida en el mar solo hemos explorado un pequeño porcentaje no superior al 15 %. Hoy sabemos más cosas del universo cercano que del medio oceánico de la Tierra y de las diversas y extrañas formas de vida que lo habitan.
La parte nerítica del mar, la más cerca al continente que oscila entre los 15 y los 200 metros de profundidad, es la zona más estudiada, y a partir de aquí comienza la inexplorada y remota zona oceánica. Como expresó Isaac Newton, el padre de la ley de la gravitación universal (Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, 1687), «lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano».
Hoy, las nuevas tecnologías de cartografía submarina de precisión, el software, la inteligencia artificial y los nuevos robots submarinos hacen más accesible el estudio preciso del fondo del mar, pero aún estamos limitados porque, en gran parte, el lecho oceánico está a una profundidad media de unos 3.800 metros, donde las altas presiones, las corrientes marinas y la nula visibilidad dificultan en exploración. En unos pocos años las tecnologías oceánicas y los nuevos drones submarinos cambiarán radicalmente esta realidad y será en ese momento cuando seremos más capaces de percibir la verdadera dimensión de valor y conocimiento que el mar alberga, de entender mejor su funcionamiento y de aprender de él, así como de gestionarlo de forma correcta y preservar este patrimonio para las futuras generaciones.
lo que ignoramos es el océano”
Isaac Newton (1642 – 1727)
El 90% de la biomasa (cantidad de materia viva) del planeta se encuentra en los océanos y eso significa que casi todo lo que está vivo en la Tierra se encuentra en el mar. De toda esta biomasa marina la gran mayoría corresponde a organismos microscópicos o muy pequeños, pudiendo considerarse que el medio marino es como un caldo vivo donde un centímetro cúbico de agua alberga aproximadamente tres millones de virus, un millón de bacterias, miles de algas y otras especies microscópicas, todas ellas inofensivas y necesarias para mantener la salud de los océanos y la de nuestras vidas.
conectado con el mar. No importa en qué parte de la Tierra viva.
La mayor parte del oxígeno de la atmósfera lo genera el mar”.
El agua de mar no es simplemente agua salada, contiene los 118 elementos de la tabla periódica en su forma orgánica y biodisponible, aunque en su gran mayoría (85%) sean iones de sodio y cloro. De hecho, su composición es similar a la del líquido extracelular y por ello es un auténtico suero fisiológico natural concentrado capaz de satisfacer las necesidades minerales de las células de todos los seres vivos en la escala animal y humana, una realidad científicamente demostrada que pone de manifiesto nuestro origen marino.
En el contexto particular del mar Mediterráneo es necesario hablar del entorno natural donde la humanidad se ha desarrollado a lo largo de miles de años y hoy somos el fruto del hibridismo genético y cultural que nuestros antepasados forjaron en su empeño por la supervivencia y el progreso. Nuestra historia evolutiva en este lugar del mundo es excelente y ha sido posible gracias a la capacidad del entorno marino para acogernos y de abastecer nuestras necesidades en un escenario de bellos paisajes y de clima benigno que cautiva a los que lo conocen.
Hoy, el Mediterráneo sigue siendo generoso con nosotros, pero esta magnífica benevolencia se ha vuelto insuficiente para cubrir nuestras ingentes necesidades de espacio, de recursos naturales y de energía, una situación que pone en peligro crítico la calidad del entorno natural y su capacidad de resiliencia.
Los esfuerzos de personas, organizaciones y gobiernos que desde los años 70 trabajan para poner solución a la degradación de este entorno marino común mediante acuerdos, pactos y convenios es insuficiente para hacer frente al gigantesco reto medioambiental y humano al que nos enfrentamos.
Mientras escribo estas letras, la Fundación RAED está preparando un interesante e innovador proyecto para una convocatoria de ayudas derivadas de los Fondos Next Generation titulado «Valorización económica del capital natural marino litoral y modelos de inversión en conservación con la integración de la tecnología NFT», una interesante iniciativa que tiene el objetivo de poner en valor al capital natural del medio marino litoral y de los servicios ecosistémicos que genera a escala local y regional, además de diseñar una fórmula económica eficaz para obtener recursos económicos recurrentes y estables para la mejora y conservación del capital natural y mantener los ecosistemas marinos sanos asegurando nuestra supervivencia socioeconómica y bienestar.
La realidad nos enseña con infinidad de argumentos, que es necesario cambiar nuestra forma de pensar y actuar si queremos encontrar nuevas vías de acción y soluciones para afrontar el futuro de nuestro entorno natural con esperanza. Si somos capaces de compartir el conocimiento, si gestionamos eficazmente los recursos naturales disponibles, de los cuales solo somos usufructuarios y si implementamos nuestras capacidades colectivas con sabiduría podremos recuperar y mantener sano y vital el patrimonio natural gracias al cual podremos seguir viviendo y progresar como especie.
Para saber más
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Planeta océano (documental)
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Academy of Underwater Arts & Sciences
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The Value of the Sea, por Rebecca Empson