
Dr. Jaime Gil Aluja
Jaime Gil Aluja, catedrático emérito de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, presidente de la Junta de Gobierno de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras y antiguo miembro de la Real Academia Catalana de Doctores, actual Real Academia Europea de Doctores (RAED), protagoniza un amplio reportaje en la edición digital del diario «La Vanguardia» publicado el pasado 26 de julio en el que esboza su dilatada y exitosa trayectoria profesional y científica, que llegó a valerle estar entre los candidatos al premio Nobel de Economía. En conversación con el periodista Adrián Monterrubio, el entrevistado explica cómo a punto de cumplir 89 años sigue investigando y publicando con la intensidad de un joven doctorando para seguir siendo uno de los mayores referentes vivos en el mundo del pensamiento económico en la incertidumbre.
«Fue el catedrático más joven de la Universidad de Barcelona, asesoró a grandes instituciones financieras y empresariales, y se convirtió en una figura internacional por haber llevado la lógica borrosa, ese territorio difuso entre lo posible y lo probable, al corazón mismo de la economía. Pionero en introducir las lógicas multivalentes en la gestión empresarial, Gil Aluja lleva más de medio siglo lidiando con una certeza: que lo real se escapa a los modelos tradicionales. ‘He observado en todas las épocas de mi vida que siempre hay fases en las cosas; cuando parece que todo se pone en contra, hay que pensar siempre que eso terminará’, sostiene», se inicia un reportaje en el que el protagonista echa la vista atrás para hacer balance de su trayectoria asegurando que no se arrepiente de nada y, de poder tener una segunda oportunidad, repetiría todos sus pasos.
Gil Aluja repasa también una de sus facetas más mediáticas de su vida profesional: su paso por el Futbol Club Barcelona como presidente de la Comisión Económico-Estatutaria durante el mandato de Josep Lluís Núñez hasta asumir, en el año 2000, la Presidencia de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras. En ese período, explica, llegó a diseñar un algoritmo para fichar jugadores, entre ellos algunos que marcaron la historia del club dentro y fuera de los terrenos de juego como el búlgaro Hristo Stoichkov. Su relación con el fútbol, sin embargo, venía de mucho antes, de su juventud, cuando tuvo que tomar la trascendental decisión de si se dedicaba al deporte o a los estudios. «A mí me gustaba jugar a futbol y se ve que lo hacía bastante bien, hasta el punto de que fui portero de la selección juvenil catalana. Esto hizo que la madre de una de un amigo mío se preocupará y desde el Reus Deportiu buscaron un club en Barcelona a ver si me podían fichar. Sin pagar ficha, pero pagándome un dinerito, y encontraron la Unió Esportiva Sants. Cuando me dijeron esto fui corriendo a mi madre y se lo conté, pero no me dijo nada. Se fue y volvió con un libro en la mano y un balón en la otra. ‘Hijo mío, las dos cosas no pueden ser; elige’, me dijo. Y elegí el libro», explica.
El entrevistado también explica sus duros inicios en el mundo laboral, que compaginó con la universidad, y la oportunidad que le ofreció la Seat. «Trabajé cuando ya pude, en quinto curso, en la Seat, que estaba organizándose. Pidieron a cinco estudiantes para hacer prácticas y me apunté enseguida. Cuando terminé me quedé allí, pero como era de la primera promoción de Economía, una vez licenciado, me pidieron que comenzase a dar clases prácticas. Así, por la mañana, de ocho a dos iba a Seat, y por la tarde daba clases en la facultad. Cobraba poquito, pero algo cobraba, y me fui haciendo mi vida… Hasta que se creó la ley de Incompatibilidades y tuve que decidir entre el dinero o la universidad, que era lo que a mí me gustaba. La propuesta que me hizo Seat, donde yo ya era asesor de la dirección general, era importantísima. Me ofrecieron mucho dinero, pero tenía que dejar la universidad. Elegí la universidad. Es lo que me gusta, y en ese sentido para mí no hay sacrificio. Ni sábados ni domingos», afirma.
Ejemplo tanto de precocidad como de longevidad y entrega, Gil Aluja concluye ofreciendo un consejo a la gente mayor que cree encontrarse al final de la vida sin objetivos vitales. «Les aconsejo que siempre tengan un objetivo. Que nunca tengan un tiempo que no sepan a qué dedicarlo. Que hagan aquello que les satisface, de manera que el trabajo sea una gratificación y no una penalidad. Antes de morir, mi maestro me legó dos cosas por escrito. La primera es que hay que ser útil a los demás. La segunda es que hay que crear la propia concurrencia, que significa lograr que tus alumnos sepan más que tú. Esos fueron sus dos grandes consejos», zanja.