Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), impartió el pasado 27 de julio en la Casa de los Estudios de Villanueva de los Infantes de Ciudad Real la conferencia «La terapéutica farmacología en la obra de Cervantes», en un acto que estuvo presentado por Vicente Arias, vicerrector de Relaciones Institucionales de la Universidad Libre de Infantes Santo Tomás de Villanueva.
En su exposición, el académico realizó un recorrido por la terapéutica farmacológica en la España del Siglo de Oro y analizó la obra de Cervantes desde la perspectiva del uso de los agentes farmacológicos en diferentes escenas: desde los remedios terapéuticos, fundamentalmente para el tratamiento de los dementes, locos y enajenados, personajes muy frecuentes en la literatura cervantina, a los agentes tóxicos y venenosos, fundamentalmente alucinógenos y narcóticos, en el ámbito de la práctica de la brujería y hechicería (filtros de amor, pócimas venenosas), pasando por los compuestos alexifármacos (cuerno de unicornio, piedras bezoares) y las sustancias de abuso (ungüentos de brujas).
El empleo de distintas sustancias como ingredientes de estos compuestos, tanto por parte de la medicina oficial como de la práctica heterodoxa realizada por diferentes sanadores, no permitía diferenciar claramente entre medicamentos y venenos, estribando esta diferencia muchas veces sólo en la dosis administrada, en la susceptibilidad individual o en el proceso diferencial de acumulación orgánica. Baste recordar, en este sentido, las palabras de Paracelso en su obra «Defensiones»: «Todo es veneno… Sólo la dosis hace el veneno».
En el transcurso de su intervención, López Muñoz defendió la hipótesis de que Cervantes se vio influido por la obra «De Materia Médica», de Dioscórides, traducido y comentado por el médico segoviano judeoconverso Andrés Laguna, para documentarse en materia farmacoterapéutica. Esta hipótesis se basa, entre otros elementos y según la opinión del académico, en la existencia de esta obra técnica en la biblioteca privada cervantina, según la reconstrucción de la misma llevada a cabo hace unos años. De hecho, el «Dioscórides» es la única obra de carácter científico-médico que cita Cervantes en toda su producción literaria, en concreto en «El Quijote».
Además, es frecuente, como ha demostrado el investigador en sus numerosas publicaciones sobre este tema, el empleo por parte de Cervantes de descripciones similares a las aportadas por Laguna: las propiedades terapéuticas del romero en el tratamiento de heridas y traumatismos en «El Quijote», los efectos narcóticos del opio en «El celoso extremeño», los efectos psicodislépticos de algunos filtros de amor en «El licenciado Vidriera» o los efectos tóxicos de algunos venenos en «La española inglesa». Incluso ha confirmado que, en algún caso, se llega a citar casi literalmente algún párrafo de los comentarios de Laguna en su «Dioscórides», como el efecto purgante del ruibarbo en el exceso de cólera en «El Quijote» o los efectos alucinógenos de los ungüentos de brujas en «El coloquio de los perros».
Francisco López Muñoz concluyó comentando que Cervantes demostró en sus obras tener amplios conocimientos de medicina, además de por la lectura y manejo de diversos tratados de terapéutica, como el mencionado «Dioscórides», también por su estrecha vinculación con el mundo sanitario a través de su entorno familiar y de amistades. En suma, los textos cervantinos, a pesar de no ser, en modo alguno, tratados científicos, posibilitan, en opinión del académico, una acertada aproximación a los usos y efectos de los agentes farmacológicos en la España tardorrenacentista.