Javier López-Galiacho, profesor titular de Derecho Civil de la Universidad Rey Juan Carlos, director de Cumplimiento y Sostenibilidad de Fomento de Construcciones y Contratas, presidente de la Asociación de Amigos de los Teatros Históricos de España y del Foro Mazzantini y académico de número electo de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), rememora la figura del recientemente desaparecido Fernando Sánchez Dragó, reconocido escritor y periodista, en el artículo «España despide a Fernando Sánchez Dragó, el escritor que se puso el mundo por montera», publicado el pasado 11 de abril, un día después de su fallecimiento, en el portal informativo El Cierre Digital.
«A España se le ha muerto Fernando Sánchez Dragó. El último enciclopedista de esta patria líquida y del TikTok. Dragó era un Diderot, un Menéndez Pelayo de la vieja Iberia. En su cabeza le cupo toda la historia mitológica de España y vivió más vidas que un gato, quebrando a la muerte hasta que el negro toro de la parca este lunes lo corneó mortalmente. Como un toro bravo rodó sin puntilla en su pueblo de Soria donde encontraba el refugio ante tanta estulticia urbana. Tuvo una muerte de bravo. Como a Hemingway, la imagen de Baroja postrado en la cama con larga agonía le hacía pedir al destino una muerte así: de un espadazo al corazón y sin puntilla. Lo que pasa es que creíamos sus seguidores que Dragó era inmortal porque en su farmacopea de Shangri-La encontraba la pócima de la eternidad, la alquimia de la eterna juventud», inicia López-Galiacho su recuerdo.
Gran admirador de su obra, el académico electo tuvo la oportunidad de participar y presentar a Sánchez Dragó en un acto de la Semana Taurina de Albacete, particularmente polémico al haber criticado el intelectual en varios de sus artículos periodísticos al diestro manchego Dámaso González. Sin embargo, el acto se realizó no ya sin crítica alguna por parte del público, sino con profunda admiración hacia el conferenciante. «Sánchez Dragó pidió a la policía que se retirara para a continuación realizar una ‘faena’ dialéctica antológica que convirtió las lanzas en cañas y terminó con el público ovacionándolo. Pero la provocación de este mago de la palabra no quedó ahí. Acabada la charla, el organizador de evento, Pacote, acompañado de su señora, nos invitó a Sánchez Dragó y a su mujer y a mí a cenar en un restaurante, El Asador, próximo al Auditorio. Todo transcurrió durante la cena en la más absoluta cordialidad y pudimos comprobar su preocupación constante por la salud, al evitar, por ejemplo, tomar una mínima Coca-Cola. Pero cuando llegaron los postres apareció el Dragó provocador. Poniéndose en pie, se despidió a la torera diciéndonos que debíamos disculparlos porque su mujer y él iban a hacer el amor y que debían ponerse a tono antes. Nos quedamos el resto de comensales completamente absortos», recuerda el articulista la anécdota.
López-Galiacho concluye pidiendo que no se reduzca la figura de Sánchez Dragó a su participación en la reciente moción de censura de Vox contra el Gobierno de Pedro Sánchez. «Ese fue Sánchez Dragó. Genio y figura. Enciclopédico comunicador y fascinante. Luego evolucionó ideológicamente desde el comunismo militante hasta posiciones más propias del partido Vox. Pero no tanto porque le gustara Vox, sino porque como él confesó un día, porque la historia de un país tiene cinco ejes innegociables y España para él estaba en venta con los dirigentes actuales. Me da pena que los reduccionistas de la España de hoy jibaricen la figura de Dragó y escriban su epitafio solo como aquel que sugirió a Santiago Abascal el nombre de Ramón Tamames, su compañero del antifranquismo de los años 50, para la moción de censura», concluye.