Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Universidad de Navarra, miembro «in carica» del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el artículo «El milenarismo lacunciano y la teología de la liberación», que se publicó en el «Anuario de Historia de la Iglesia», número 11, correspondiente al año 2002. En este estudio, el experto aborda la teología del milenarismo expuesta por Manuel Lacunza, un sacerdote jesuita chileno del siglo XVIII, considerado impulsor «avant-la-lettre» de la teología de la liberación. La interpretación de Lacunza del «Libro de Apocalipsis» de san Juan y las profecías de Daniel lo llevó a creer en un reinado de mil años de Cristo en la tierra después de su segunda venida. El artículo explora las influencias teológicas de Lacunza y el contexto histórico en el que escribió.
Saranyana introduce las tesis de Lacunza sobre el milenarismo y el consenso de los padres de la Iglesia. Lacunza creía en una forma mitigada de milenarismo, que no fue aceptada por la mayoría de los Padres de la Iglesia después del siglo IV. Argumentó que este consenso no era un indicador confiable de la verdad y que la interpretación de las Escrituras debería basarse en el sentido literal. El artículo también aborda la relación entre las Escrituras y la tradición en la Iglesia y el papel del Espíritu Santo en la transmisión de la Revelación. El autor critica la postura de Lacunza, quien enfrentó a los padres prenicenos con los postnicenos en una dialéctica irreconciliable, en lugar de considerar la posibilidad del desarrollo dogmático bajo la acción del Espíritu Santo.
En los años de Lacunza, y durante mucho tiempo todavía, hasta los albores del Concilio Vaticano II, se discutió sobre los contenidos de la Escritura y la tradición de la Iglesia en los siguientes términos: o bien unas verdades están reveladas en una y no en la otra; o están en las dos independientemente o complementariamente. Ahora sabemos, después de la constitución Dei Verbum del Vaticano II y por las explicaciones del Catecismo de la Iglesia Católica, que la Escritura y la gran tradición de la Iglesia tiene una fuente común, que es la Revelación, cuya plenitud está en Cristo, y que ambas constituyen dos formas distintas de transmisión», explica Saranyana.
El autor concluye que la veneración por los testigos más cercanos a las fuentes originales de la Revelación debe ser compatible con la creencia de que la acción del Espíritu Santo lleva a una percepción más profunda de la misma Revelación. Aunque de forma tangencial, el artículo apunta la teología del milenarismo de Lacunza y su relación con la teología de la liberación, que retomó la idea de un reino terrestre de Dios como consumación de la justicia social en el mundo.
Nacido en Barcelona en 1941, Saranyana fue ordenado sacerdote en 1968. Es doctor en Teología por la Universidad de Navarra y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor de Historia de la Teología en la Universidad de Navarra, donde fundó y dirigió el «Anuario de Historia de la Iglesia». Ha dirigido 69 tesis doctorales y es autor de una treintena de libros, además de dirigir 14 volúmenes colectivos, y ha publicado más de 400 trabajos de investigación en revistas científicas y obras colectivas.