El historiador mexicano Enrique Sada, colaborador de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), denuncia lo que considera un «doble juego» del Gobierno mexicano en relación al crimen organizado de los cárteles del narcotráfico y el Gobierno federal de Estados Unidos en el artículo «El miedo al vecino del norte», publicado en el portal especializado Código Libre el pasado 7 de agosto.
«Trascendió ante los medios internacionales como es que 4 ciudadanos estadounidenses habían sido raptados por el crimen organizado en Matamoros, Tamaulipas. Ante el reclamo y la amenaza por parte del Gobierno norteamericano de declarar como terroristas a los narcotraficantes en el país, el Gobierno federal mexicano respondió con una rapidez única y en tiempo récord que ha generado indignación y hasta vergüenza: los desaparecidos -dos muertos, dos sobrevivientes- aparecieron y fueron liberados; algo que sin duda da a pensar que el Gobierno mexicano dispone de todas las facilidades para dar con el paradero de secuestrados o desaparecidos y no lo hace porque no quiere», inicia su argumentación refiriéndose a esa presunta connivencia.
Para Sada, este episodio se dio, precisamente, cuando el exfiscal general de Estados Unidos, William Barr, manifestó que el principal protector del crimen organizado en el país es el presidente de México. Ante lo ocurrido, los fiscales generales de 21 estados de la Unión Americana y varios legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, están proponiendo que los cárteles sean designados como organizaciones terroristas por el presidente Joe Biden, algo que desde México se rechaza.
«Ciertamente, la historia entre México y Estados Unidos ha sido una historia de agresiones constantes de aquella nación hacia la nuestra desde 1822. Sin embargo, lo más triste en este caso es que la mayoría de los mexicanos, decepcionados de un presidente que les ha fallado en todo, ahora miran con buenos ojos la posibilidad de una intervención militar del vecino del norte, con tal de que pacifique y termine haciendo lo que el Gobierno mexicano, por contubernio con la delincuencia, no ha querido ni ha podido hacer», concluye el historiador.