
Cecilia Kindelán, profesora de comunicación y directora de los programas EMBA y PIDD de ESIC Business & Marketing School y académica de número de la Real Academia Europea de Doctores (RAED), participó el pasado 9 de septiembre en el Aula Telemática de la Academia de Ciencias, Ingenierías y Humanidades de Lanzarote, de la que es académica correspondiente, con la conferencia «Convergencia de la inteligencia humana y de las máquinas», en la que analizó los orígenes de la inteligencia artificial, sus confluencias con la inteligencia humana y la hipotética conexión entre ambas, lo que definió como posible -y deseable- «simbiosis productiva». La sesión fue presentada y moderada por José Ramón Calvo, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina del País Vasco, académico de número y presidente del Instituto de Cooperación Internacional de la RAED y, a su vez, vicepresidente de la Academia de Lanzarote.
La ponente inició su exposición hablando de los mecanismos neurológicos del cerebro humano, recordando la creación de la inteligencia artificial desde sus primeros modelos en los albores del siglo XX, su desarrollo al calor de la computación, sus perspectivas actuales, la posibilidad de que supere a la inteligencia humana en los aspectos en los que aún no lo ha hecho y, por último, el camino apuntado de una posible simbiosis que contemple la complementariedad entre ser humano y máquina sin rechazar ni renunciar al potencial de ambas inteligencias. En este punto destacó la importancia de seguir investigando para desentrañar algunos de los misterios que para la ciencia aún suponen aspectos del cerebro humano como la conciencia y la subjetividad.

Dra. Cecilia Kindelán
Kindelán destacó algunos datos sobre el funcionamiento del cerebro humano, concluyendo que la tecnología actual no puede aún replicar ni aproximarse a la combinación óptima de potencia, eficiencia y capacidad adaptativa de la inteligencia humana. El cerebro, de hecho, ha sido desde el principio el modelo que trataron de seguir ya los pioneros en el desarrollo de la inteligencia artificial, como Geoffrey Hinton, Alan Turing y Marvin Minsky, y que siguen utilizando los investigadores actuales. Asimismo, los errores y deterioro que puede presentar el cerebro humano también suponen un modelo de aprendizaje para el cerebro digital.
Sobre las diferencias entre ambos sistemas, Kindelán destacó que las herramientas creadas a partir de modelos de inteligencia artificial se limitan a imitar, ya que carecen de conciencia y aprenden a partir de datos, aunque estos se generen en tiempo real. En este sentido, apuntó sus ventajas, que parten de su productividad, procesamiento masivo de datos y precisión infalible, aspectos en los que la inteligencia humana es mucho más limitada. Sus límites actuales, sin embargo, son precisamente este razonamiento lineal, que hace a estas herramientas carecer de un sentido común real, presentar problemas con pensamientos abstractos y una dependencia extrema de los datos previos. Al depender de ellos, la inteligencia artificial, hoy por hoy, no tiene capacidad creativa, de innovar, de la misma forma que tampoco puede empatizar con el ser humano.
La experta explicó que, para tratar de paliar estas limitaciones, las últimas investigaciones en inteligencia artificial han impulsado lo que ya se conoce como revolución del cerebro digital, que consiste en la creación de redes neuronales artificiales que imitan las conexiones de las neuronas del cerebro humano y que han conseguido el desarrollo de un aprendizaje profundo gracias a modelos con múltiples capas de procesamiento que pueden descubrir representaciones muy complejas y abstractas y de extraer conceptos a partir de datos brutos y similar a ese procesamiento jerárquico cerebral. Estos mecanismos, explicó, pueden detallar su proceso de razonamiento paso a paso, haciéndolo comprensible para los seres humanos. En paralelo, se desarrollan organoides inteligentes, que son cerebros biológicos que empiezan a interactuar en entornos computacionales, rompiendo una frontera entre neurociencia y computación que plantea los primeros problemas éticos.
En cuanto a la simbiosis entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial, la académica apuntó como posibilidades los diversos niveles que ya se vislumbran, que van desde una integración neuronal directa a una amplificación cognitiva, una cognición distribuida o la creación de una inteligencia colectiva híbrida, formando un ecosistema inteligente global con capacidades superiores a la suma de cada una de las partes. En este punto puso como ejemplos algunos de los avances de proyectos como Neuralink y sus competidores. La experta concluyó apuntando los desafíos éticos que plantea esta evolución científica y tecnológica, como el acceso equitativo a los productos que se desarrollen, la autonomía mental, la privacidad neuronal o la identidad personal.