Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universidad Ramon Llull y de la Cátedra de Pensamiento Cristiano del Obispado de Urgell, miembro del Dicasterio de Cultura y Educación de la Santa Sede y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), protagoniza un amplio reportaje publicado el pasado 21 de octubre en el diario «La Vanguardia» a raíz de la publicación de su última obra, «No hi ha paraules. Com assumir la mort d’un fill», en la que aborda la trágica muerte de su hijo Oriol, de 26 años, en un accidente en la montaña durante una travesía en la que él le acompañaba. En una conversación con el periodista Josep Fita, el pensador explica la difícil tarea de asumir un hecho tan trágico.
El académico explica los hechos en toda su crudeza: se hace tarde y Oriol está confuso por no encontrar la ruta de regreso, deciden descender en dirección a un río. Hay un momento en que el joven gira a la izquierda y su padre lo pierde de vista. «Este último grita su nombre, pero no hay respuesta. De repente, escucha un fuerte golpe, como si un saco hubiera impactado contra el suelo desde bastante altura. Sigue llamándolo por su nombre sin éxito. Se empieza a poner nervioso. Se dispone a descender para ir en busca de su hijo, pero la pendiente es muy vertical y peligrosa. Alcanza la cepa de un árbol y ahí se detiene. Se da cuenta de que no puede ni seguir avanzando ni retroceder. Está atrapado. Son las cuatro de la tarde y empieza a bajar la temperatura. Sigue llamando a Oriol. De tanto hacerlo, se queda afónico. Al otro lado del río, ve en la distancia a un grupo de excursionistas. Al final será uno de ellos el que consiga ir hasta Caín para avisar a los servicios de rescate. Horas después, Torralba sabrá que su hijo no ha sobrevivido a la caída. Ahora le toca volver a casa solo y explicárselo a la familia», explica el reportaje.
A partir de ahí, a Torralba no le queda otra opción que afrontar un trágico y desolador destino. «No me incomoda decirlo ni me avergüenza: me he dado tiempo para llorar, aunque lo he hecho en el ámbito de la privacidad, a puerta cerrada, o bien por los bosques, por los caminos y los senderos, trotando al amanecer, quizás por pudor o bien por miedo al juicio de los demás -explica-. Cuando alguien significativo dejar de estar, se crea un vacío que nadie puede llenar. Vivir con madurez es asumir las ausencias que nos duelen sin perder la sonrisa ni las ganas de vivir. Es fácil decirlo, pero difícil de conseguir».
El académico sostiene que ante una tragedia así, lo más normal es que cambien las prioridades y que para alcanzar la que se considera la última fase del proceso de duelo, la de la aceptación, es necesario afrontar la muerte, sufrir y llorar, sentir la ausencia del ser querido una vez. «La muerte de un ser querido nos hace profundamente humildes. Constatamos nuestra pequeñez y, a la vez, nuestra impotencia enfrente de la fatalidad. Es la consciencia del límite, de las fronteras del propio ser. La persona que ha sufrido la muerte de un ser querido constata que la vida es demasiado corta para malbaratarla con estupideces. Descubre la magnanimidad, que es la virtud de la grandeza, que lo habilita para inclinarse hacia aquello que es grande. Radica en no dedicarse a tonterías, ni a nimiedades», concluye.
Docente y divulgador del humanismo cristiano en importantes medios de comunicación catalanes como Catalunya Ràdio y los diarios «La Vanguardia» y «El Punt Avui», el académico es autor de libros destacados como «El sentit de la vida» (2008), «No passeu de llarg» (2010), «El valor de tenir valors» (2012), «Un mar d’emocions» (2013), «Córrer per pensar i sentir» (2015), «Saber dir no» (2016) o «Món volàtil» (2018). Ya durante la pandemia, Torralba publicó los libros «Humildad», «Paraules de consol. En la mort d’un ésser estimat», «Formar personas. La teología de la educación de Edith Stein», «Vivir en lo esencial. Ideas y preguntas después de la pandemia», «L’ètica algorítmica», que fue galardonada con el Premio Bones Lletres de Ensayo Humanístico que otorgan la Real Academia de Buenas Letras y la editorial Edicions62; «La façana de la Glòria de la Sagrada Família. Fonts espirituals i teològiques de l’escatologia d’Antoni Gaudí», fruto de su cuarta tesis doctoral, que leyó hace un año; «Cuando todo se desmorona. Meditar con Kierkegaard» (2023), y «Benaurances per a agnòstics» (2024). Fue reconocido con el Premio Ratzinger 2023, otorgado por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.