José Mª Gay de Liébana
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona
Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)

José María Gay de Liébana

Dr. José María Gay de Liébana

La OCDE ya ha dicho que las previsiones de contracción económica que manejaba hace días, a causa del maldito virus, se despeñan. Estamos, junto a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, con las Torres Gemelas derrumbándose, y aquel 15 de septiembre de 2008 de lúgubre recuerdo financiero, con los empleados de Lehman Brothers retirando sus enseres y saliendo de las oficinas de Manhattan, ante el otro gran shock económico de este siglo. En una situación como esta prima la economía de guerra: todos los esfuerzos se han de concentrar, primero, en detener la embestida enemiga -ahí están los héroes sanitarios y otros colosos y titanes demostrando su profesionalidad y entrega sin límites, combatiendo en las trincheras- y, después, en doblegarlo. ¿De qué armamento económico disponemos para esta batalla? De nuevo, es obligado mirar hacia dónde las cosas se hacen con inmediatez y capacidad de reacción plausible.

Los países con superávit presupuestario, como Alemania, actúan con prontitud -se nota que Angela Merkel está en forma-: 356.000 millones de euros de emisión de deuda pública, el 10% del PIB alemán, a distribuir así: 156.000 millones para más presupuesto público de 2020, o sea, para aumentar el gasto por las especiales circunstancias; 100.000 millones al fondo de estabilización y 100.000 millones al banco público estatal para que las empresas afectadas por la pandemia dispongan de liquidez. Esto es lo que se dice un serio y urgente plan de movilización de recursos, pero cuidado, con cargo al sector público a diferencia de España. El moderado nivel de deuda pública germano (61,90% de su PIB) y su superávit fiscal (62.426 millones de euros) permite esta acción inmediata. Alemania, pues, se convierte en otro paradigma del que aprender. La maniobrabilidad de sus cuentas públicas, gracias a una gestión presupuestaria más que austera, comedida, le faculta a poner en marcha palancas fiscales de actuación presta.

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