Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona sobre las agresiones que se dan en los centros educativos en el artículo «La lacra de la violencia en la escuela», que publicó el pasado 7 de septiembre en la sección «Lectores expertos» de la edición digital del diario «La Vanguardia», de cuya comunidad forma parte activa. El académico ofrece unas pautas de actuación ante estos casos tanto a la comunidad educativa como a los propios padres de agredido y agresor.
«Hay un tema que nos preocupa a todos y es el del intimidador o matón en la escuela. Suele ser un joven que utiliza su fuerza y sus agresiones para hacer mal de forma repetida a otra persona. Esta agresión puede ser física, verbal o psicológica. Siempre ha existido el matón, pero ahora soplan vientos diferentes. Se prefiere, en los tiempos actuales, la fuerza de la razón a la razón de la fuerza. Los psicólogos judiciales y los etnopsiquiatras tienen mucho que aportar en este tema. Es mejor psicologizarlos que judicializarlos», reflexiona Callabed.
Antes estas situaciones, el presidente del Club de Pediatría Social apunta los principales rasgos del agresor o potencial agresor que deben tenerse en cuenta: intenta con su actitud tener poder sobre otros, le gusta llamar la atención, se preocupa de su propio placer, utiliza a los otros y abusa para obtener lo que él quiere y no tiene en cuenta los sentimientos de los otros y puede ocasionar daños físicos y psíquicos y graves. «Se describen casos mortales y suicidios tras acosos repetidos donde puede estar incluido el ciberacoso, tema que merece un estudio individualizado», señala.
¿Cómo prevenir la violencia en la escuela? Para Callabed, la clave está en el trabajo en común entre centro educativo y familia del niño o niña potencialmente violentos o que ya han demostrado algún episodio de violencia. Con sinceridad y sin reproches. «La familia del intimidador o agresor debe ser informada, siempre con datos objetivos observados de la conducta de su hijo o hija e intentar buscar una solución entre todos, o una valoración y tratamiento adecuado por profesionales idóneos para el caso, incluyendo Servicios Sociales. Deben saber que hay médicos para cuidar y también leyes y sanciones para cuidar a los demás», explica.
Asimismo, el académico señala que si la escuela o la comunidad educativa dispone de un proyecto para la seguridad, debe promoverlo y potenciarlo, favoreciendo actividades y programas contra la violencia, donde pueden intervenir adolescentes y padres, junto a profesionales. «Hijo, familia y escuela deben ser tres ruedas que giren sincrónicamente», concluye.