Joaquín Callabed Carracedo en el debate Quimeras Hombre-mono: mito, realidad y bioética

Dr. Joaquín Callabed

Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña y de la Real Academia de Farmacia de Cataluña y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores (RAED), retoma sus reflexiones sobre la Grecia clásica y su mitología en los artículos «Homero y los aqueos», «Las lecciones de Anaximandro», «El origen del universo, según Anaxímenes», «El impacto de ‘La Victoria de Samotracia'» y «La agonía humana reflejada en Laocoonte», publicados entre estos meses de junio y septiembre en la sección «Lectores expertos» de la edición digital del diario «La Vanguardia», de cuya comunidad de lectores forma parte activa.

En «Homero y los aqueos», el académico explica como gracias al autor de la «Odisea» y la «Ilíada» se pueden conocer hoy en día las características de la sociedad de su época, ya que su obra, más allá de su alcance literario, constituye un importante documento social y antropológico. «Homero nos transmite que los aqueos eran un pueblo de gran belleza física: atletas y reinas de belleza. Habla de elegancia y que la ropa habitual era el lino. Nos dice que las casas eran de adobe y paja para los pobres y de ladrillo y cimientos de piedra para los ricos. En la mayoría de los casos no había divisiones de habitaciones ni ventanas. La cocina no existía. Se guisaba en medio de la única estancia que tenía agujero en el techo para que saliera el humo. El cuarto de baño era para los grandes señores. No describe templos. Se derrochaba mucho en propios palacios, pero los dioses no eran dignamente hospedados. Ulises en su vejez se construyó un patio con arriates, árboles y caballeriza. Sobre alimentación nos dice que los generales de Troya eran carnívoros, los suboficiales y soldados tenían alimentación vegetariana y se alimentaban de trigo tostado. Se usaba el cuchillo como único cubierto», explica.

Por su parte, en «Las lecciones de Anaximandro», el presidente del Club de Pediatría Social aborda la figura del reconocido discípulo de Tales, quien postuló que el origen de todas las cosas era el ápeiron, un principio infinito e indeterminado del que surgían todas las oposiciones: caliente y frío, seco y húmedo. «Anaximandro fue considerado el primero de los griegos conocidos en publicar una obra sobre la naturaleza. Natural de Mileto, Jonia (610 a.C.-546 a.C.) fue un filósofo y geógrafo de la Antigua Grecia. Hijo de Praxíades. Compatriota y alumno del Tales de Mileto, también parece que fue uno de sus parientes», lo presenta.

En «El origen del universo, según Anaxímenes», el experto se detiene en otro de los discípulos de Tales y compañero de Anaximandro, con quien coincidió en que el principio de todas las cosas permanece invariable ante todos los cambios es infinito, aunque a diferencia del ápeiron habla de un elemento concreto: el aire. «Esta sustancia, afirmaba, se transforma en las demás cosas a través de la rarefacción y la condensación. La rarefacción genera el fuego, mientras que la condensación, el viento, las nubes, el agua, la tierra y las piedras; a partir de estas sustancias, se crean el resto de las cosas. Anaxímenes tiene importantes aportaciones en física, cosmología y meteorología», señala.

Partenón de la antigua Grecia

Partenón de la antigua Grecia. Por pixabay.com

Callabed dedica «El impacto de ‘La Victoria de Samotracia'» a la conocida escultura «Niké», expuesta en el Museo del Louvre de París, que pertenece a la escuela rodia del período helenístico. Atribuida a Pithócritos de Rodas, «La Victoria de Samotracia» (190 a.C.) está considerada una de las obras maestras del arte helenístico. Es una de las esculturas más admiradas del mundo y un símbolo del arte clásico. El poeta Rainer Maria Rilke vio en esta escultura ‘una imperecedera recreación del aire griego en lo que tiene de vasto y de grandioso’. Es una escultura rodia de la escuela helenística en mármol que representa a la diosa alada Niké (Victoria, en la mitología romana) posándose en la proa de un barco. Fue encontrada en 1863 en la isla de Samotracia», narra.

Finalmente, en «La agonía humana reflejada en Laocoonte», el académico de la RAED se refiere a otra obra escultórica de referencia de la Antigüedad, «Laocoonte y sus hijos», denominado como «el icono prototípico de la agonía humana en el arte occidental». «Representa la muerte del sacerdote troyano Laocoonte, castigado por los dioses a morir estrangulado por serpientes marinas junto a sus dos hijos, Antífante y Timbreo. La agonía se transmite a través de las expresiones contorsionadas de los rostros, en particular las cejas abultadas de Laocoonte. Estas expresiones se reflejan en los cuerpos que luchan desesperadamente, especialmente el de Laocoonte, en el que cada parte de su cuerpo se muestra en tensión», concluye.