Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Universidad de Navarra, miembro «in carica» del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el trabajo «Tiempo y eternidad. Estudio sobre la Teología de la historia en San Buenaventura», un extracto de la tesis doctoral que presentó en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra el 2 de octubre de 1972, que se publicó en el número 2 de la revista «Excerpta e Dissertationibus in Sacra Theologia», correspondiente al año 1979. Un estudio elaborado hace más de medio siglo que mantiene plenamente su vigencia y sigue siendo un referente en los estudios de san Buenaventura.
«San Buenaventura (Juan de Fidanza) nació en Bagnorea, cerca de Viterbo (Italia) hacia 1221; parece que entró en la Orden de los Hermanos Menores (franciscanos) en 1238. Fue a París, para seguir en la universidad los cursos que impartía Alejandro de Hales, a quien más tarde llamará su padre y maestro, y se licenció en 1253, año en que debería haber ocupado la cátedra reservada a los franciscanos desde Alejandro de Hales. En esta fecha las turbulencias producidas en la enseñanza por las rencillas entre los maestros de la universidad y los regulares le obligan a suspender sus lecciones. A pesar de la encarnizada campaña emprendida por Guillermo del Santo Amor para prohibir a las órdenes mendicantes la docencia en la Universidad de París, el Papa confirmará a los dominicos y franciscanos en el derecho a detentar cátedras, y el 20 de octubre de 1256 designará nominalmente a fray Tomás de Aquino, de la Orden de Predicadores, y a fray Buenaventura, de la Orden de los Menores, para ocuparlas. Sin embargo, la universidad difirió el acceso de san Buenaventura al grado de doctor y su recepción en el número de los maestros hasta octubre de 1257. Santo Tomás de Aquino y san Buenaventura se doctoraron el mismo día, pero el fraile menor había aceptado ya el nombramiento de general de su orden e iba a abandonar para siempre la enseñanza. San Buenaventura murió hacia el fin del Concilio de Lyon, el 15 de julio de 1274″, resume el autor la biografía del protagonista de la tesis.
Saranyana considera que a san Buenaventura le tocó en suerte vivir en lo que se conoce como la Edad de Oro de la Escolástica, de la que es él mismo uno de los principales artífices. Fue, además, protagonista y centro de las dos grandes controversias de la Universidad de París: la polémica en torno a la razón de ser de las órdenes mendicantes y del espíritu de pobreza por ellas propugnado, y las discusiones sobre el llamado averroísmo latino o aristotelismo heterodoxo. También destacó en el seno de su propia orden, de la que es considerado como su segundo fundador, al hacer frente al partido de quienes se dieron a conocer como espirituales, que se decían seguidores del abad Joaquín y de la genuina doctrina de san Francisco.
«El autor se nos revela como un verdadero universitario, gran místico, creador de escuela teológica, hombre de gobierno y eclesiástico relevante, cualidades, todas ellas, difíciles de conjugar en una sola persona. Su espíritu universitario se manifiesta en las obras más especulativas: los ‘Comentarios a las Sentencias’ de Pedro Lombardo, el ‘Breviloquio’ -su ‘Summa’-, las cuestiones disputadas sobre la Santísima Trinidad y la ciencia de Cristo, y las ‘Conferencias sobre el Hexamerón’ bíblico, por citar sólo algunos de sus escritos más conocidos. En todos sobresale el rigor de la investigación, la precisión del análisis metafísico según el método escolástico y el profundo respeto por la verdad razonada que nunca puede contradecir la Palabra de Dios. Su mística de altos vuelos se trasluce principalmente en esa joya de la literatura espiritual que es el Itinerarium Mentis, sin olvidar sus sermones sobre los dones del Espíritu Santo y otras piezas de oratoria sagrada, compuestas siguiendo el calendario litúrgico o para provecho de los hermanos de orden», resume Saranyana.