Joaquín Callabed
Presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, de la Real Academia de Medicina de Catalunya y de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en la revista «Aragón artístico y monumental» en su edición correspondiente a diciembre de 2020
Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), publica en la edición correspondiente a diciembre de 2020 de la revista de divulgación cultural «Aragón artístico y monumental», editada por el Centro de Iniciativas Turísticas SIPA, el estudio «La infancia altoaragonesa de Santiago Ramón y Cajal», donde aborda el origen y los primeros estudios del premio Nobel de Medicina español, así como la influencia de su padre, Justo Ramón, reconocido médico rural, como educador e instructor de su hijo.
«La infancia y adolescencia altoaragonesa de Ramón y Cajal discurre por Petilla de Aragón, Larrés, Luna, Valpalmas, Ayerbe, Jaca y Huesca. Junto a su conocida conducta conflictiva se esconde una persona sensible, enamorada de la naturaleza, del dibujo, la literatura y la fotografía, que anuncian al futuro humanista y escritor. Todas estas aficiones las aplicará a su profesión logrando las más altas cotas científicas», introduce el académico su trabajo antes de repasar la biografía menos conocida del científico citando algunos de sus propios escritos, donde recuerda con un gran orgullo y una profunda melancolía sus orígenes. «Ser niño es lo verdaderamente hermoso en el mundo. ¡Lástima que todo haya sido un fugaz espejismo! Compartir la vida con los árboles, la tierra, los vientos, los pájaros. Entregaría mi sabiduría por volver a ser el niño travieso de Valpalmas», rememoraba Ramón y Cajal.
Callabed recrea a un joven que se formó como dibujante en Ayerbe, Jaca y de un modo más intenso en Huesca con el profesor León Abadía. Su técnica quedó plasmada años después en los dibujos de sus observaciones microscópicas y anatómicas. El académico recupera también su descubrimiento de la literatura y sus primeras lecturas, que también marcaron en buena medida su devenir. Y se detiene en su bachillerato en Jaca y Huesca, en una época de estudiante intermitente, antes de llegar impulsado por su padre a Zaragoza para estudiar Medicina.
«Don Justo Ramón fue decisivo como educador e instructor. Es justo reconocer que la pedagogía se ve por los resultados. Hay que poner en valor su figura. Otro de sus hijos -Pedro- también fue catedrático de Medicina», recuerda Callabed, quien anima a seguir el rastro del científico a través de los museos que han ido floreciendo en todos esos escenarios de la infancia y la juventud de Ramón y Cajal. «Es bueno seguir la estrella de Ramón y Cajal. Aunque su voz se haya apagado el resplandor de sus pasos sigue iluminando el camino», concluye el académico de la RAED.