El creador de la filología hispánica
La Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) inicia con la inconmesurable figura científica de Ramón Menéndez Pidal una serie en la que recuerda a los académicos más notables de su centenaria historia. Grandes figuras de la ciencia y el pensamiento de alcance internacional que dejaron su impronta en la institución y que la actual Junta de Gobierno quiere agradecer, reconocer y reivindicar, en el convencimiento de que quien no tiene memoria, no tiene futuro. La selección de estos selectos académicos es fruto de la investigación llevada a cabo para la publicación del «Libro del Centenario» de la Real Academia, editado hace ya tres años.
Menéndez Pidal fue reconocido como académico de honor de Real Academia en 1966, después de que en entre 1945 y 1962 colaborase activamente con la Real Corporación y leyese en su seno en medio de una gran expectativa su reconocido estudio «Cervantes», donde glosa la figura y la obra del autor de «Don Quijote de la Mancha». Nacido en A Coruña en 1869 de padres asturianos, Menéndez Pidal siempre mantuvo una estrecha relación con Cataluña, lo que le llevó a acercarse y participar activamente tanto de la actividad de la entonces Academia de Doctores del Distrito Universitario de Barcelona como en la Sección de Filología del Instituto de Estudios Catalanes.
Durante su larga trayectoria cono investigador, Menéndez Pidal consiguió recuperar la tradición de la cultura hispánica -no sólo española ni en lengua castellana-, tanto en el estudio de la historia de las lenguas peninsulares como del romancero. Reconstruyó para ello, las más de las veces con materiales de primera mano, la Hispania prerromana, la romana, la gótica, el Andalus islámico, la Hispania neogótica y la España medieval y de los siglos clásicos, valorando sus logros y sus deficiencias. Con su arduo trabajo investigador rescató del olvido hechos y obras literarias no bien valorados hasta ya entrado el siglo XX, ampliando extraordinariamente la herencia cultural viva del pasado. Su interés científico no se constriñó a la observación y reconstrucción de hechos, sino que introdujo en los estudios históricos precisiones conceptuales y metodológicas que sus maestros europeos no le proporcionaron y que conservan vigencia y actualidad.
Gran recopilador del romancero y de la literatura española de los Siglos de Oro, en 1900 se casó con María Goyri, la primera mujer que hizo estudios oficiales de Filosofía y Letras (1896). En su viaje de novios descubrieron ambos la persistencia del Romancero español como literatura oral y empezaron a recoger muchos romances en sucesivas excursiones por tierras de Castilla la Vieja. Electo para la Real Academia Española de la Lengua en 1901, su maestro Menéndez Pelayo pronunció el discurso de acogida en esta institución que llegó a presidir. En 1912 ingresó en la Real Academia de la Historia y en 1914 fundó la «Revista de Filología Española», germen de la constitución de estos estudios.
Entre sus obras estrictamente filológicas se encuentran, entre muchas otras, «Manual elemental de gramática histórica española» (1904), sucesivamente ampliado y corregido y cuya importancia deriva de haber implantado los métodos científicos en la filología hispánica; «Orígenes del español» (1926), análisis de los primeros tiempos del castellano; «Cristóbal Colón y otros ensayos» (1942), en que analiza las particularidades lingüísticas y estilísticas de Santa Teresa de Ávila o Cristóbal Colón, y «Toponimia prerrománica hispana» (1953). Además de ese «Cervantes» que la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 atesora con celo y orgullo.