Joaquim Gironella, reconocido urólogo, codirector médico del centro Laser Medical Rent, académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) y miembro de su Senado, reflexiona sobre la capacidad de la ciencia española en el artículo «Mientras Europa hacía poesía, aquí inventamos el submarino», publicado en el número 911 de la «Revista de aeronáutica y astronáutica», correspondiente al pasado mes de abril. La publicación está editada por el Ministerio de Defensa.
Apoyándose en la frase que da nombre al artículo, encontrada al azar en una fotografía en el salón de un hotel de Figueres, el académico repasa el historial de los principales inventores españoles del siglo XIX en materia náutica. Es el caso de Cosme García y Narcís Monturiol en referencia a la invención del submarino e Isaac Peral en su puesta en práctica, pero también Leonardo Torres Quevedo y Ramón Varea en relación a las máquinas de cálculo, Wifredo Ricart ya en el siglo XX respecto a los automóviles de competición más rápidos, o Emilio Herrera en relación a la escafandra en que se inspiró la Agencia Espacial de Estados Unidos para diseñar sus primeros trajes espaciales.
Para Gironella, unos personajes con una clara disposición para la invención como estos, contrasta con la actitud que España arrastra como país desde hace algunos siglos y que ha ido configurando la psicología de mentes de muchas generaciones a modo de resignación. «Un sentimiento negativo que comporta además la necesidad de complacer a los demás sin razones objetivas o reales, distorsionando el yo de cada uno de una manera inconsciente. Una situación que a la larga genera una insensibilidad que condiciona muchas de nuestras acciones en el día a día. Un ejemplo de este tipo de frustración fue la generación del 98, nacida por la pérdida de autoestima y de las últimas colonias de ultramar», señala en el artículo.
«El martilleo constante de autocrítica del pasado sin ofrecer remedios para salir del bucle mental, no ha permitido a muchas generaciones sentirse orgullosas de sus propios inventores y creadores, menospreciándolos y, lo peor, condenándolos al ostracismo. Pero, y tal como refleja el título de este artículo, felizmente no ha sido del todo así. La capacidad creativa ha existido en la sociedad española, pero a menudo como un valor oculto. Muchos han sido víctimas de este fatídico complejo de inferioridad que, parafraseando al psicoanalista Carl Gustav Jung, aún forma parte del inconsciente colectivo de este país», concluye Gironella.