Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «Nuevos enfoques financieros para invertir en conservación», que complementa sus recientes reflexiones sobre el papel que tienen la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) en este obligado cambio de era en el que la humanidad se juega buena parte de su futuro.

Nuevos enfoques financieros para invertir en conservación

Nuestras economías, nuestras sociedades y el medio ambiente están indisolublemente entrelazados. Es imperativo aprovechar todas las posibilidades que nos ofrece el enfoque de la nueva economía verde y de las nuevas tecnologías de inversión para lograr una transición efectiva hacia el desarrollo sostenible, inteligente y responsable. Para que esta transición de nuestro sistema económico sea posible es necesario replantear las inversiones y dirigir flujos permanentes de capital para cubrir prioridades ecológicas y sociales en lugar de destinarlos a inversiones que agotan o afectan negativamente a los activos naturales que son la base de nuestro patrimonio y fuentes de riqueza perdurable.

Nuestro sistema financiero sustentó el crecimiento y el desarrollo durante años, pero en 2008 presenciamos cómo uno de los sistemas financieros más sofisticados del mundo generaba la peor crisis financiera mundial de las últimas décadas. Como consecuencia del colapso de los mercados de algunos de los países más desarrollados del mundo, países desarrollados y en vías de desarrollo dependientes del sistema se vieron inevitablemente arrastrados. Hoy, y tras una crisis financiera que se ha vuelto sistémica, existe una idea clara y generalizada de que el sistema financiero no solo debe ser sólido y estable, sino también sostenible para permitir la transición a una economía ecológica más estable y con bajas emisiones de carbono.

En esta nueva vía de acción el sistema financiero debe de ser capaz de cambiar y de adaptarse a los objetivos del desarrollo sostenible. Esta adaptación del sistema financiero a la sostenibilidad no es un concepto lejano, sino que ya está produciéndose actualmente mediante una especie de revolución silenciosa a medida que los agentes políticos y financieros entienden que para mantener la riqueza es necesario crear nuevos sistemas productivos ecológicos y sostenibles para cubrir las necesidades de la sociedad del siglo XXI. Así, cada vez más, conceptos como riqueza natural, economía ecológica o circular ya no son marginales, sino conceptos clave que se integran en la esencia de las estrategias y políticas económicas de empresas, sociedades y países. Un ejemplo de ello son las energías limpias y renovables que sostendrán en el futuro el sistema energético mundial y sin duda el reto, a pesar de ser magnífico, es básicamente un proceso de transición. (Figura 1).

Modelo de desarrollo del nuevo sistema financiero propuesto por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) 2018.

Modelo de desarrollo del nuevo sistema financiero propuesto por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) 2018.

La realidad de hoy pone de relieve que dicha transformación es ante todo una cuestión de elección pública, una elección positiva que se está produciendo en un número de países cada vez mayor y de una parte del nuevo sistema financiero global. En este proceso de adaptación del sistema financiero global al concepto de desarrollo sostenible, un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente («El sistema financiero que necesitamos: adaptación del sistema financiero al desarrollo sostenible», Pnuma, 2018) establece un inmejorable punto de partida para dinamizar las claves estratégicas tanto públicas como privadas que pueden implementarse para hacer realidad el proceso que integra el binomio ecológico y financiero. En este contexto el capital natural consta de tres componentes principales:

  • Los recursos no renovables tales como petróleo o minerales que son extraídos de los ecosistemas.
  • Los recursos renovables tales como proteína animal, madera, agua para consumo humano y energía… producidos y mantenidos por los procesos y funciones de los ecosistemas como la biodiversidad y las energías renovables.
  • Servicios ambientales tales como la conservación de la calidad de la atmósfera, fijación de CO2, generación de O2, el clima, el ciclo hidrológico que incluye el control de inundaciones y el suministro de agua potable, asimilación de residuos, reciclado de nutrientes, regeneración de suelos, la polinización, recursos marinos y el mantenimiento de la diversidad genética.

Estos servicios cruciales son generados y sustentados por el trabajo de los ecosistemas (Eugen P. Odum, 1975; Carl Folke, 1991). Solo a través del mantenimiento de un ecosistema integrado y funcional puede asegurarse cada bien y servicio, teniendo en cuenta que estos no deben ser manejados uno por uno como bienes independientes, sino desde una visión ecosistémica.

Valorar el capital natural y los servicios ecosistémico

Es tarea ardua poder sintetizar en unas pocas palabras y nuevos conceptos el valor económico tangible del patrimonio natural y de los rendimientos anuales contabilizando como capital natural un valor monetario. En este sentido se están realizando estudios con el objetivo de estructurar una nueva economía más realista que pone en valor la naturaleza integrando sus activos en positivo o negativo dentro de los balances anuales de contabilidad a nivel escalar tanto regional, nacional o internacional.

Un estudio de referencia liderado por el Dr. Robert Constanza, de la Universidad Pública de Australia, realizado en colaboración con otros autores internacionales, abrió un punto de inflexión positivo en la estimación del valor económico de los servicios ecosistémicos. Este equipo de expertos analizó los 17 servicios ecosistémicos más importantes del mundo que contienen 13 biomas a nivel planetario y calcularon que, en general, los ecosistemas generan una producción anual valorada en cerca de 33 trillones de dólares.

Si quisiéramos poner en valor a uno de los ecosistemas más importantes del mundo como la gran barrera de coral australiana, el reto sería poder determinar qué indicadores de valor seleccionamos siendo tangibles y ponderables y cuáles no lo son y están más lejos de poder caracterizarse y darles valor económico. En el caso de los primeros, los tangibles, utilizaríamos directamente indicadores de rendimiento económico que obtenemos fácilmente calculando la explotación de ese entorno incluyendo el turismo, la biodiversidad, la pesca y otros recursos naturales, así como también la capacidad del medio marino para fijar CO2, (o generar O2) ya que este factor ya se empieza a contabilizar por los efectos que conlleva el cambio climático sobre la economía mundial.

En este contexto la gran barrera de coral australiana, el mayor sistema de corales del mundo compuesto por más de 2.900 arrecifes individuales y 900 islas que se extienden por más de 2.300 km en una superficie de aproximada de 344.400 kilómetros cuadrados genera un valor de económico de 6.000 millones de dólares anuales para la economía australiana y mantiene activos 69.000 puestos de trabajo fijos directos. Vamos a ser pragmáticos y nos preguntaremos: ¿Es este el valor real monetario de la gran barrera? O podemos ir más allá e intentar ser más listos para entender que no es de justicia confundir valor con precio.

En el segundo aspecto de valoración económica de intangibles, tendremos un mayor problema, ya que tenemos que utilizar indicadores no ponderados en valor económico, no por ello menos importantes. Aquí también incluimos la biodiversidad que no se comercializa y que tiene que ver más con la percepción emocional, cultural o científica de las personas como por ejemplo el valor sentimental del entorno y el paisaje, el color del mar, la transparencia del agua o bien el valor que tiene la vinculación cultural de la sociedad en un entorno natural concreto. Intentemos poner valor económico a la Costa Brava donde un estudio del año 2014 («Fundación Mar, valor económico del capital natural en la Red Natura 2000 marina de la Costa Brava», 2014) calculó que una superficie de costa de 3 km2 en Red Natura 2000 contribuía a generar un PIB anual superior a los 1.300 millones de euros integrando valores económicos tangibles como captación de CO2, pesca comercial y turismo.

Pez de la especie Symphodus ocellatus

La belleza y colorido de este pez de la especie Symphodus ocellatus y de los entornos marinos donde habita atrae a miles de turistas del buceo a nuestras costas generando una actividad económica que debe revertir parte de sus beneficios en la conservación de la naturaleza y de su capital natural. Foto: Miquel Ventura Monsó. Fundación RAED

Haciendo paralelismos, el valor económico del litoral español del cual depende el turismo y miles de puestos de trabajo es incalculable en los términos conceptuales que actualmente maneja la ciega economía de mercado tradicional. Por tanto, seamos inteligentes y pongamos la sabiduría acumulada de la naturaleza en valor y seamos realistas con el sistema económico actual donde el capital natural y los servicios ecosistémicos no se valoran lo suficiente ni tampoco se contabilizan. Y por ahora, nadie es capaz de invertir los recursos necesarios para una conservación efectiva y regenerativa.

Las soluciones actuales orientadas a medir y reducir los impactos del capital natural no proporcionan una medición integrada del impacto en términos de servicios ecosistémicos ni brindan apoyo para mejorar el desempeño ambiental. Para cerrar la brecha entre los niveles de toma de decisiones entorno a la pérdida neta de capital natural y establecer las prioridades para conservar de forma efectiva esos activos es imprescindible crear nuevas herramientas de cálculo y valoraciones robustas y que den significado y justifiquen la inversión.

En la próxima entrega hablaré de como las nuevas tecnologías del Blockchain pueden contribuir enormemente a conseguir recursos económicos para invertir en la conservación de la naturaleza a través de los llamados NFT.

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