Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Universidad de Navarra, miembro «in carica» del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el artículo «Balance de los pontificados del siglo XX», donde repasa de forma sucinta los pontificados de León XIII (1878-1903), Pío X (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922), Pío XI (1922-1939), Pío XII (1939-1958), Juan XXIII (1958-1963), Pablo VI (1963-1978), Juan Pablo I (1978) y Juan Pablo II (1978-2005), el papa que ocupaba la cátedra de san Pedro cuando escribió el artículo, que se publicó en el «Anuario de Historia de la Iglesia», número 6, correspondiente al año 1997.
«Los grandes temas que han preocupado a la humanidad en el siglo XX han estado presentes en los magisterios de los pontífices de este siglo. En sus mensajes encontramos constantemente referencias a la paz y a la guerra; a la democracia y a la tiranía; a las libertades individuales, los derechos humanos y la calidad de vida; a la proyección del Evangelio en la actividad pública; a la renovación de la experiencia cristiana individual; a la evangelización de los nuevos estados descolonizados y a la revitalización de la práctica espiritual en los países de antigua tradición cristiana; a las vocaciones sacerdotales y al estado religioso; al diálogo de la fe con la cultura; a la estabilidad e identidad de la familia; a los nuevos enfoques educativos; a las transformaciones del mundo económico y laboral… Las intervenciones papales no han sido solo teóricas, es decir, puramente doctrinales, sino vitales», inicia Saranyana su reflexión.
Para el académico, estos nueve pontífices vivieron, sufrieron y dedicaron su labor pastoral a afrontar los problemas y preocupaciones que les tocó vivir, en comunión con toda la comunidad cristiana, como pocos papas lo habían estado con anterioridad. En este sentido destaca la preocupación social de León XIII y san Pío X y su incidencia en la doctrina social de la Iglesia en un contexto teológico. Sobre Benedicto XV señala que trabajó intensamente para paliar los efectos de la Gran Guerra con una destacada labor humanitaria tras ver cómo fracasaban sus intentos por atajar el conflicto.
En cuanto al magisterio de Pío XI, Saranyana destaca que fue de una intensidad pocas veces igualada. «Su resistencia y condena posterior del fascismo, nazismo y comunismo; su intervención, a veces malinterpretada, en la Guerra Cristera y en la Guerra Civil española, fueron decisiones muy complejas y pluriformes, que han dado pie a pronunciamientos poco ponderados por parte de algunos historiadores», afirma. Del pontificado de Pío XII, por su parte, señala que fue el del papa acogedor de las víctimas de otra guerra en la que también trató en vano de inferir.
A Juan XXIII lo recuerda inevitablemente como el papa que convocó el Concilio Vaticano II y su corto pontificado supuso una notable renovación de la Iglesia en muchos aspectos. Una labor en la que le acompañó su sucesor, Pablo VI, una figura particularmente querida en la historia reciente de la Iglesia. «Él logró reencaminar el concilio, que se hallaba en un impasse difícil, tomando decididamente las riendas; él tuvo que correr con la responsabilidad de aplicar las disposiciones conciliares, especialmente en liturgia (tanto de la Misa como de los sacramentos); él, también, hubo de soportar los brotes más dramáticos de la crisis postconciliar, entre ellas la dolorosa escisión del arzobispo Marcel Lefevbre«, considera.
Por último, Saranyana define la figura de Juan Pablo I, el papa al que se le recordará por su sonrisa y su breve pontificado, como «una brisa fresca en una tarde de bochorno». Y sobre Juan Pablo II considera que ha sido el papa defensor de los más débiles, protector de la vida y de las libertades fundamentales, además de destacar su labor evangelizadora gracias a sus numerosos viajes y su valentía por cerrar viejas heridas de la Iglesia, recordando el juicio a Galileo Galilei. Un papa, asegura, que puso a la Iglesia en el camino del tercer milenio, antes de que le sucediese el ahora malogrado Benedicto XVI ya en el siglo XXI.