Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología y vicerrector de Investigación, Ciencia y Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), aborda la misteriosa figura del vampiro y la mitología que lo envuelve, aunque abordada desde la ciencia a lo largo del siglo XIX, en el artículo «¿Por qué se asocia al murciélago con el mito del vampiro?». El trabajo se publicó en el portal de divulgación científica The Conversation el pasado 21 de junio y reproducido en diversos medios digitales españoles e hispanoamericanos. López Muñoz firma este artículo junto a Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Personalidad e Historia de la Psicología de la misma Universidad Camilo José Cela, con quien recientemente ha publicado el libro «La sangre de la Gorgona. Una historia del vampirismo desde la Psicología y la Medicina».
Como explican los autores, el murciélago ha sido asociado con el mito del vampiro debido a su apariencia peculiar y su capacidad de volar. A lo largo de la historia, se han creado mitos y leyendas sobre los murciélagos, especialmente aquellos que se alimentan de sangre, en una suerte natural de ejercicio de vampirismo. Aunque la mayoría de los murciélagos no son vampiros, la asociación entre murciélagos y vampiros ha persistido debido a la influencia de la cultura y la imaginación colectiva. Además, la transformación de los vampiros en murciélagos ha sido un tema común en la literatura y los relatos de viajes durante siglos. Sin embargo, señalan, es importante destacar que sólo hay tres géneros de murciélagos que se alimentan exclusivamente de sangre y que estas especies se encuentran en Sudamérica.
«Nunca tuvo el pobre murciélago buena fama en Occidente. Su aspecto curioso, así como el hecho de ser un mamífero volador de extrañísimas costumbres, que además es reservorio para un elenco de enfermedades infecciosas, le ayudaron más bien poco. Son escasos los lugares, como China, en los que el murciélago goza de algún prestigio. Se trata, obviamente, de una conexión milenaria motivada, en gran medida, por el aspecto de estos animales. Pero también incentivada durante siglos tanto por su forma de vida como por una peculiar, confusa e imaginativa caracterización taxonómica que tardó mucho en verificarse», explican López Muñoz y Pérez Fernández.
Ambos expertos señalan cómo, en el plano de la ficción novelesca del siglo XIX y en el imaginario de la cultura popular de principios del siglo XX, los murciélagos vampiros, así como la metamorfosis persona-murciélago, dotaba a cualquier historia que un relator avispado pusiera en imprenta de un carácter exótico, funesto, muy apreciable para la estética en boga del goticismo. «El conde Drácula no se metamorfoseaba en murciélago porque fuera ni remotamente una condición intrínseca al vampirismo balcánico que lo inspiró. Lo hacía, más bien, por un mecanismo de préstamos, intercambios y vulgarizaciones culturales de ida y vuelta, que partían de considerar a los murciélagos hematófagos como vampiros», señalan.
Reconocido divulgador de la historia contemporánea, la literatura española de los Siglos de Oro y la medicina y farmacología, López Muñoz es doctor en Medicina y Cirugía y doctor en Lengua y Literatura Españolas, especialista en Medicina Farmacéutica y diplomado en Estudios sobre el Holocausto por la Escuela Internacional para los Estudios del Holocausto de Yad Vashem, en Jerusalén. Es investigador del Instituto de Investigación Hospital 12 de Octubre de Madrid y miembro de prestigiosas académicas científicas internacionales. Ha participado en numerosas investigaciones y es autor de monografías y artículos en sus áreas de investigación.