Aldo Olcese, presidente de la Fundación Independiente y de la Asociación Nacional Sociedad Civil Ahora, académico de número de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras y vicepresidente y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) participó el pasado 19 de julio en la presentación del libro «El zar olvidado» (Espasa), de Ángela Rodicio. El acto se realizó en la Sala Pérez Galdós del Ateneo de Madrid y contó también con la participación de los periodistas Raúl del Pozo y Rubén Amón, además de la propia autora. La novela recoge la desconocida historia de Miguel Romanov, hermano de Nicolás II, quien tuvo en sus manos la posibilidad de salvar la dinastía de los zares, después de que su hermano abdicara en él. «La recreación fidedigna y apasionante de uno de los momentos clave de la historia de Rusia y del mundo», se señala en la presentación de la obra.
La historia menos conocida de la Rusia contemporánea comienza la noche de febrero de 1917 en que una sublevación popular tomó las calles de Petrogrado, Miguel tuvo que buscar refugio en la casa de una amiga. Allí permanecería mientras la autocracia en Rusia desaparecía en una implosión. La Duma formaba un Gobierno provisional, se organizaba el Sóviet y el nuevo zar intentaba llegar en tren desde el cuartel general ruso en la Primera Guerra Mundial al palacio donde vivía con su familia. Ese viaje en tren de más de 40 horas, que mantenía al nuevo Gobierno en vilo, fue su perdición. El vacío de poder hizo que tanto la capital como el resto del Imperio se perdieran para siempre en un nuevo régimen totalitario.
Miguel renunció temporalmente al poder con la condición de que se celebrasen elecciones libres y que los rusos, por primera vez en su historia, votasen por el tipo de Estado que querían, Monarquía o República, en una Asamblea Constituyente. Pero el Sóviet no lo acabó permitiendo. Como explicó la autora, Miguel Romanov pudo haber cambiado la historia de Rusia. Se habría evitado la pérdida de sangre inútil de la Primera Guerra Mundial. La guerra civil. Los terribles regímenes de Vladímir Lenin o Yósif Stalin. El presagio de la tragedia rusa, hasta hoy.
Como explicó Ángela Rodicio, que fue corresponsal de TVE en la antigua Unión Soviética, de todos los hijos del zar Alejandro III, Miguel era el que más se parecía a su progenitor por su simpatía, su carácter resuelto y su don de gentes, mientras que el primogénito, Nicolás, era más tímido y reservado. Al igual que el resto de sus hermanos recibió una educación muy austera en palacio de la Gátchina porque la familia imperial tenía miedo de sufrir otro atentado como el que acabó con la vida de Alejandro II. Tenían tutores privados, la comida estaba racionada, las ropas eran viejas, se bañaban todo el año con agua fría, realizaban ejercicio en el exterior sin tener en cuenta la climatología y dormían sobre unos colchones duros como piedras.