José Antonio Lejárcegui, profesor de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores (RAED), pronunció el pasado 20 de marzo en la Sala de Juntas de la Real Corporación la conferencia «La obstetricia y la ginecología en el Holocausto», en la que esbozó la relación que se estableció durante el nazismo entre antisemitismo, racismo y sexismo. Como detalló en un sucinto repaso histórico, los médicos adscritos al régimen, de acuerdo con el ideario de preservación de la pureza racial, utilizaron los abortos y la esterilización como un medio para seguir la directriz oficial de un programa genocida. En el campo de la ginecología, los estudios eran patrocinados por el régimen por motivos ideológicos o militares y otros por el «interés científico» al que apelaron algunos médicos próximos o acríticos con el régimen.
En nombre de las leyes de segregación racial y protección de la raza aria, estos facultativos sin escrúpulos pusieron en marcha y participaron en los programas de esterilización forzada y, en el marco de las leyes para la prevención de las enfermedades hereditarias de la descendencia, en los programas de eutanasia de discapacitados mentales y físicos, los experimentos médicos en discapacitados y en prisioneros sanos internados en campos de concentración y los procesos de selección de los campos e incluso en el asesinato activo de prisioneros inocentes. Muchos médicos aceptaron que las leyes eugenésicas estaban concebidas para el beneficio de la nación y dejar así un legado de salud a las generaciones venideras, otros muchos sanitarios lo justificaron todo por su entrega a la ciencia.
El caso paradigmático y más conocido de estas prácticas médicas al servicio de la limpieza étnica que preconizaba el nazismo fue el del médico Josef Mengele, que se afilió al partido nazi en 1937 y a las SS en 1938 y fue asignado a la Oficina de la Raza y el Reasentamiento de las SS en Posnania, donde evaluaba a los candidatos a la germanización. Con el fin de realizar investigaciones genéticas con humanos, solicitó el traslado al servicio de campos de concentración y fue destinado al campo de Auschwitz. En respuesta a una epidemia de tifus en el campo de las mujeres, envió a las 600 ocupantes de un barracón directamente a la cámara de gas. Fue solo una de las incontables atrocidades que realizó, muchas de ellas sobre mujeres y niños. De hecho, en su política de exterminio y selección étnica, el régimen habilitó campos de concentración específicamente para mujeres. En mayo de 1939, los nazis abrieron el campo de Ravensbrueck, el mayor creado para mujeres. Más de 100.000 pasaron por sus barracones hasta la liberación en 1945. En 1942, en Auschwitz también se creó un campo femenino y en Bergen-Belsen, en 1944. Fue en ellos donde obstetras y ginecólogos también experimentaron sin reparos éticos.
En respuesta a las atrocidades cometidas, surgió el primer código internacional de ética para la investigación con seres humanos, el Código de Núremberg, publicado el 19 de agosto de 1947 bajo el precepto hipocrático ‘primun non nocere’ (lo primero es no hacer daño). Este código, impregnado de la misma filosofía que un año después se plasmó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, estableció las normas para llevar a cabo experimentos con seres humanos, incidiendo especialmente en la obtención del consentimiento voluntario de la persona, que desde entonces se ha considerado como la piedra angular de la protección de los derechos de los pacientes.
Lejárcegui ha publicado más de un centenar de artículos en reconocidas revistas internacionales y nacionales y capítulos en libros especializados. Su labor científica y labor médica mereció el Premio de Excelencia Profesional del Colegio de Médicos de Cataluña y el Premio Mediterráneo de Excelencia. Es socio de honor de la Sociedad Española de Obstetricia y Ginecología y de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña y Baleares, donde preside la Sección de Oncología Ginecológica. Es asimismo de distintas sociedades médicas internacionales. Entre sus líneas de investigación destacan la fisiopatología del cuello uterino, la fisiopatología del endometrio, la patología de la vulva, la enfermedad trofoblástica, la infusión quimioterápica intraarterial, los marcadores tumorales y la cirugía conservadora e irradiación en cáncer de mama.

Drs. M. Àngels Calvo y José Antonio Lejárcegui