Maria Àngels Calvo
Catedrática de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona; Académica de número de la Real Academia de Medicina de Cataluña, de la Real Academia de Farmacia de Cataluña, de la Academia de Ciencias Veterinarias de Cataluña, de la Real Academia de Doctores de España y de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED).

Artículo publicado en el número 88, correspondiente a julio de 2020, de la revista «L’Auditor»

Maria Àngels Calvo, catedrática del Departamento de Anatomía y Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona y académica numeraria y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona en el último número de la revista «L’Auditor», editada por el Colegio de Censores Jurados de Cuentas de Cataluña, sobre las consecuencias de la actual pandemia, los retos que abre en los planos sanitario, político, social y económico y las lecciones de futuro que nos deja.

Reflexiones sobre el presente y apuntes para el futuro

El coronavirus que ha causado la actual pandemia se denomina SARS-CoV2 (Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2) y la enfermedad que provoca se llama Covid-19 (Coronavirus Disease 2019). Se transmite de persona a persona, sobre todo por secreciones y por las gotículas de Flügge que emiten al toser, hablar… los pacientes o las personas asintomáticas. También se puede transmitir por aerosoles, especialmente si se producen turbulencias en el ambiente, y se ha indicado la persistencia del virus con capacidad infectiva durante períodos de tiempo variable en superficies inanimadas, tales como plásticos, papel, metales…

Aunque los coronavirus son causantes de zoonosis, dado que tienen reservorios animales y de éstos se pueden transmitir a los humanos, en este caso, si bien se ha demostrado su origen en los murciélagos, se desconoce qué especie animal permitió el paso de los murciélagos a humanos, aunque se ha mencionado el pangolín reiteradamente como posible implicado. Del mismo modo, cabe destacar que se ha demostrado que los humanos pueden infectar a los animales, y un ejemplo de ello son los casos de gatos, perros y tigres, entre otros, que han manifestado sintomatología por haber sido infectados a través de las personas que cuidaban o que estaban en contacto y que fueron positivos a la enfermedad. Cabe destacar, sin embargo, que estos animales no han transmitido la enfermedad nuevamente a los humanos.

Epidemiólogos y otras personas de reconocido prestigio en el ámbito mundial anunciaban desde hacía tiempo: «Muy probablemente, a medio o largo plazo, en el mundo tendrá lugar una pandemia de origen vírico». Incluso Bill Gates se atrevió a pronosticar: «Será un virus ARN, con una simetría icosaédrica, y con una cubierta rodeada de espículas a modo de corona».

Nadie hizo caso de estas palabras, ni se atendieron las predicciones, y una gran mayoría de gobernantes y sus asesores, en lugar de aplicar medidas de prevención, tan habituales y de obligado cumplimiento en el mundo veterinario, minimizaron los presupuestos y las inversiones en temas de salud y, basándose en la crisis económica que hemos soportado con más o menos éxito estos últimos años, aplicaron las medidas para disminuir a niveles ínfimos todas las inversiones en investigación así como en proyectos de desarrollo.

La manera de vivir en nuestro planeta ha sufrido un giro drástico, una transformación casi instantánea que el nuevo coronavirus ha producido de manera directa en nuestras vidas, y debemos ser capaces de aceptar la falta de previsión y los graves errores que se han cometido. Una gran parte de la población mundial todavía está en cuarentena o en fases diversas de desconfinamiento, y las cifras de muertes y de contagios siguen creciendo. Obviamente, todo esto también ha tenido un efecto catastrófico en la economía mundial: millones de personas han perdido su empleo y el mundo está a punto de sufrir la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. El desastre económico que se deriva es innegable y, a día de hoy, muy grave y merece el análisis de especialistas en el tema, pero hay que decir que esta crisis económica no es la causa sino el efecto.

La fácil movilidad de las personas en el mundo actual y, por tanto, el fenómeno de la globalización, que tantos beneficios puede producir, ha sido un colaborador necesario, y a la vez un cómplice involuntario del coronavirus para conseguir su expansión veloz e incontrolada. Debemos recordar que, sobre todo, es esencial detener la pandemia. Si no la podemos controlar, ¿a qué mundo y en qué economía tendremos que hacer frente? Los expertos dicen que cuando la pandemia termine y las normas de distanciamiento sociales se relajen, muchas personas continuarán trabajando de forma remota desde su casa.

Algunas personas se han planteado emigrar de las grandes ciudades y, si esto es así, la vida en las ciudades cambiará notablemente. Sin duda, las empresas tecnológicas tendrán un dominio y un crecimiento mayores, pero otros sectores como el turismo, la restauración y la cultura, se han visto fuertemente sacudidos. Y no debemos olvidar el mundo de la educación, a todos los niveles. El confinamiento ha hecho que alumnos y profesores se replanteen el sistema de enseñanza, haciendo que en el futuro muchas de las formas tradicionales probablemente queden obsoletas. Había que seguir adelante con el curso y los sistemas tecnológicos lo han permitido, aunque no podemos perder el contacto en las aulas para que sea posible la transmisión no sólo del saber sino de la empatía y de la capacidad de estimular, motivar y deleitar nuestros alumnos en la búsqueda del saber.

No debemos perder la esperanza de poder ver el mundo de una manera diferente. Debemos poder protegernos frente al virus para evitar contagiar a los demás, la sociedad no debe ser considerada como un grupo de individuos que compiten entre sí por la riqueza y la posición social. Debemos poder vencer el temor y la incertidumbre y unirnos en la lucha contra esta pandemia y otros que puedan producirse en un futuro quizá no muy lejano.

Sin duda, la pandemia nos dará una oportunidad para afrontar el cambio climático. Los esfuerzos para revivir la actividad económica modificarán nuestras costumbres, y tendrán efectos sobre las emisiones de carbono que repercutirán en todo el mundo y en la crisis climática.

El mundo no será igual después de la pandemia. Tenemos que empezar a analizar cómo serán estos cambios, a definir de una manera muy precisa los escenarios del futuro. Estamos frente a riesgos que casi no conocíamos y debemos adquirir nuevas herramientas para garantizar nuestra seguridad a todos los niveles. El concepto de reservas estratégicas, que tan sólo se limitaba al mundo energético, se expandirá al tecnológico y al biotecnológico y habrá que llevar a cabo un control industrial de determinadas actividades para garantizar la seguridad de los ciudadanos, con una tendencia a modelos autárquicos, donde el sector primario se ha convertido en estratégico.

El virus que nos afecta nos ha sorprendido a todos. Básicamente, no sabíamos cómo se comportaba, como se extendía, su grado de capacidad infectiva y la amplia variedad de sintomatologías que desencadenaba. Por lo tanto, tener conocimiento sobre el tema es un elemento estratégico. Un conocimiento global, que abarca todo el espectro de datos asociados a la pandemia, desde la misma biología de virus a la estructura sociosanitaria de la población. Los datos serán muy importantes y el control y manejo se producirá un nuevo tipo de inteligencia fundamental para la vida.

En conclusión, podemos destacar que el conocimiento y la interpretación de los datos de las estadísticas de salud, de las que se registran en la tarjeta sanitaria del ciudadano, de la investigación científica, de la estratificación social, del consumo, del sistema financiero, serán esenciales, aunque, en según qué casos, toparán con los sistemas de protección de datos personales y, por tanto, en la seguridad de todos.

Otro aspecto a tener en cuenta es la reapertura de fronteras. Los países, ante estas crisis, muestran sus debilidades y se refuerzan para el retorno de las fronteras físicas y la búsqueda de soluciones individuales, pero no debemos olvidar que estos problemas implican y compiten en todos los países y deben afrontarse de una manera globalizada, sin dejar de lado las peculiaridades y las necesidades de cada país o zona del mundo.

De cara al futuro hay que considerar las lecciones que hemos aprendido para el corto y el largo plazo como: fortalecer los sistemas de alerta y la respuesta rápida; incrementar el apoyo a la ciencia y en la comunidad científica; proteger a las personas más vulnerables y establecer la colaboración en el ámbito global, reforzando la solidaridad.

La pandemia ha sido una oportunidad para tomar conciencia de la importancia que las buenas relaciones humanas tienen para nuestra vida. Deberíamos aprender que no es posible disfrutar de la libertad sin responsabilidad ni solidaridad. Sin duda, la globalización, que facilita el intercambio de productos y permite establecer contactos entre personas de diferentes países, la facilidad de viajar, así como las modificaciones en el ámbito climático que favorecen, por ejemplo, la persistencia de mosquitos y otros vectores y determina que se detecten enfermedades emergentes, hace pensar que la lucha de los virus contra la humanidad no tiene tregua.

La lección que deberíamos haber aprendido es indiscutible, y los países deberían tener una sanidad moderna y correcta, dotada de sistemas de protección, establecer sistemas de prevención e incentivar la investigación en vacunas, sueros, tratamientos y modelos de predicción de enfermedades infecciosas.

Como ocurre siempre, o así debería ser, ante graves problemas se manifiesta la solidaridad de mucha gente. La lista de agradecimientos sería interminable para con todos los profesionales, pero hay que destacar lo que debemos a todos los ciudadanos, que sin su colaboración y concienciación no es posible vencer el SARS-CoV-2, que ha venido a modificar nuestra vida cotidiana que considerábamos tan segura y a demostrarnos que no hay enemigo pequeño.