August Corominas, profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico emérito y miembro del Senado de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), presenta a la comunidad académica su artículo «La sexualidad en los mayores», una reflexión científica que trata de acabar con tópicos y prejuicios.
La sexualidad en los mayores
La tercera edad no es asexuada. En la sociedad hay muchos tabúes, mitos, prejuicios, tópicos, represión social, cultural y religiosa sobre el sexo en la vejez
Nuestra sociedad está llena de tabúes culturales y sociales, repleta de mitos contra el sexo en la ancianidad. La gente mayor, de más de 70 años, tiene y necesita una expresión sexual más o menos intensa que durante la juventud, pero con matices. La sexualidad es una dimensión de la personalidad, es la forma de vivir como personas sexuadas que somos, la forma de sentir, de emocionarnos, de amar, con los matices, peculiaridades y formas particulares de cada uno de nosotros. La sexualidad es básicamente comunicación, tanto a nivel verbal como al nivel corporal, la comunicación global de la persona con las personas, en la que hombres y mujeres pueden expresar sus sentimientos, emociones y afectos, obteniendo y dando placer a través del sexo.
La sexualidad es un componente de la necesidad de dar y recibir placer, amor y cariño. No podemos permitir, en la educación de los más jóvenes, que los nietos consideren ofensivo ver a la pareja de abuelos dándose un beso por la calle.
Las falsas creencias sobre la sexualidad en general y la vejez en concreto que se han difundido como un rumor a lo largo de la historia han condicionado negativamente las posibilidades de las personas mayores de vivir adecuada y libremente su sexualidad. Podríamos destacar ideas como:
- La satisfacción sexual decrece después de la menopausia.
- Las personas mayores no tienen capacidad fisiológica que les permita tener conductas sexuales.
- Las personas mayores no tienen intereses sexuales.
- La sexualidad es exclusiva de la juventud, no es importante para los ancianos.
- El sexo en la ancianidad perjudica a la salud, debilita.
- Las personas mayores no necesitan pareja ni intimidad.
- Es indecente y de mal gusto que la gente mayor tenga interés por la sexualidad.
- Las personas mayores que se interesan por la sexualidad son personas inmaduras (viejos verdes).
- Las personas mayores no son atractivas sexualmente.
Todo esto facilita que la sociedad considere a los ancianos como seres asexuados. Rompamos estos tabúes, porque todo el mundo será afortunadamente un anciano y la sexualidad no debe desaparecer en esta edad, sino que cambia la expresión, varía en relación con la cantidad y calidad.
Los problemas físicos y los cambios fisiológicos pueden cambiar la vida sexual a medida que la persona envejece. Existen determinadas patologías y medicamentos que pueden influir en la fase de deseo. Por ejemplo, la operación de prostatectomía limita mucho la erección. Por el contrario, el priapismo es muy doloroso. Es importante la comunicación con la pareja sobre los deseos y sus necesidades, saber y conocer lo que quiere y agrada a la pareja, a veces compensan los abrazos, las caricias corporales, besarse, tocarse y pasar tiempo juntos. Y potenciar la intimidad.
Si usamos reflexiones de la ciencia prospectiva, que compara la vida humana con sus cualidades, es importante poder comparar la vida humana con el concepto espacio-tiempo. Es importante poder construir el futuro elegido a partir de las opciones y aspiraciones factibles. El hombre tiene potencialmente pasado, presente y futuro conectado con su devenir vital.
El niño tiene poco pasado, tiene presente, el hoy, y muchísimo futuro; el anciano tiene mucho pasado, presente y poco futuro. Altarriba nos dice: «El pasado solo fue un posible futuro. El presente termina al hacerse pasado, el futuro comienza cuando concluye el recuerdo; por eso la prospectiva observa el futuro como un presente, como un presente que aún no ha pasado».
En cada etapa de la vida se adquieren capacidades y se pierden otras. Es cierto que disminuye la sexualidad, se vive de otra forma, pero no desaparece. Disminuye, pero se potencian otras posibilidades. Hay más sensibilidad, más sensualidad.
Por último, merece la pena plasmar la aportación de Alonso Acuña, un sexólogo chileno, que publicó en 1984 en su libro «Sexo y edad: de la madurez a la vejez» el decálogo siguiente:
1. El ejercicio de la sexualidad es una libre opción que estoy en capacidad de tomar.
2. Mi expresión sexual es permanente y no depende de la edad. Es una faceta vital que varía en cada persona.
3. Tengo el mismo deseo y derecho de recibir y hacer caricias que tenía en mi infancia y juventud.
4. Estoy en capacidad de expresar sanamente el cariño hacia las personas que me atraen.
5. Puedo constituir pareja y compartir mis sentimientos sin límite de edad.
6. Soy capaz de trabajar, producir, hacer deporte y divertirme. Mi situación de retiro o pensión no me lo impide; al contrario, me lo facilita.
7. Como persona mayor puedo tener el don de disfrutar de lo elemental, como sucede en la infancia. Soy capaz de disfrutar de la transparencia del aire, el aroma de la flor, el color de las mariposas, el roce de una mano amiga, la ternura de una caricia, el murmullo de un manantial. Cada vez más, en virtud de mi experiencia.
8. Me aferro a la vida porque sé su valor y percibo el placer de vivirla, aunque a veces disfrute en la soledad de mis recuerdos y parezca una persona arisca.
9. Tengo derecho a cuidar y mejorar mi imagen exterior, a transmitir a los demás la belleza interior que brota de mi cuerpo y a disfrutar de toda clase de sensaciones que provengan.
10. Llegar a la vejez significa que he sobrevivido y triunfado sobre la enfermedad y la muerte. Puedo transmitir con orgullo estas ideas a mis hijos, nietos y amigos, para que a su vez, si ellos logran conseguir la vejez, entonces también tengan el privilegio de transmitirlas a sus nietos, hijos y amigos.