Enrique Sada
Historiador y colaborador habitual de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
El historiador mexicano Enrique Sada, colaborador de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el estudio «La celda de Sor Juana Inés de la Cruz», donde aborda la obra de esta religiosa y autora clave en la literatura en español del Siglo de Oro. Lo hace junto a Alejandro Soriano, reconocido estudioso de la obra de la religiosa.
Aunque cultivó la prosa, el teatro y el auto sacramental, es en su obra lírica, que supone la mitad de su producción literaria, donde es reconocida como creadora de una poética propia que sintetiza la herencia de autores tan diversos como Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca. Es, asimismo, uno de los primeros grandes autores novohispanos en lo que hoy es México.
«No cabe duda que el genio excelso de sor Juana se debe en buena medida a su carácter, forjado tanto en el entorno inmediato de lo familiar como en su iniciativa individual, distinguiéndose entre las mujeres que la rodearon. Sin embargo, quienes han pretendido analizar su personalidad y su obra generalmente no han tomado en cuenta que el esplendor y los alcances propios de este personaje, que trasciende toda medida, se debieron a su inclinación eminentemente espiritual. Ésta la llevó a formarse -y a lograrse, que es lo que suele pasarse por alto- en la vida conventual, que abrazó entusiastamente desde el momento en que celebró sus votos en la muy venerable Orden de San Jerónimo«, inicia Sada su estudio.
El historiador pone en contexto la percepción a lo largo de los siglos de la obra de sor Juana Inés y otros escritores religiosos en la azarosa historia mexicana, deteniéndose en dolorosos episodios como los que comportó, por ejemplo, la denominada Reforma Liberal ya en el siglo XIX, con la destrucción del patrimonio histórico-religioso en la capital del país. Así se introduce la historia del escenario de la vida y la obra de la religiosa: el convento de San Jerónimo, fundado por los hermanos Isabel y Juan de Guevara, nietos del conquistador Andrés de Barrios, en 1585, acondicionando unas casas de la propiedad ubicada en el extremo sur de Ciudad de México.
Soriano explica los avatares del convento y de la celda donde Sor Juana Inés de la Cruz habría escrito el grueso de su obra y la historia del retrato contemporáneo de la religiosa, encargado por sus hermanas de clausura. «Si uno inspecciona los remanentes del crédito de sor Juana que subsistió entre sus hermanas a lo largo de las centurias, se encuentra con que, dieciocho años después de su muerte, hacia 1713, la madre María Gertrudis de Santa Eustoquio, quien la había asistido en el desempeño de las labores contables del monasterio, encomendó al pintor Juan de Miranda el cuadro que conocemos, donde se recuerda que la poetisa ‘ejercitó con aclamación continuas demostraciones de su gran sabiduría y desarrolló el empleo de contadora con varias heroicas operaciones’. Igualmente, que ‘murió en religiosísimas y ejemplares expresiones de católica y religiosa, demostrando el acierto mayor de su grande ingenio en saber morir'», concluye.