Francisco López Muñoz
Profesor de Farmacología, vicerrector de Investigación y Ciencia y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el número 41 del «Boletín Informativo de Sanidad Militar», correspondiente a 2021
Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), recupera la trayectoria de Santiago Ramón y Cajal como médico militar y la influencia que esta etapa tuvo en su carrera científica en el artículo «La experiencia militar de Santiago Ramón y Cajal: oficial de sanidad militar», publicado en el número 41 del «Boletín Informativo de Sanidad Militar», el último que ha visto la luz, correspondiente al año 2021.
El académico recuerda que, tras licenciarse en Medicina en Zaragoza en 1873, Ramón y Cajal tuvo que acudir a filas como recluta de la llamada quinta de Castelar, en relación a Emilio Castelar, presidente de la República, que movilizó a todos los mozos útiles de España ante una situación de emergencia en tres frentes bélicos: el recrudecimiento de la guerra de las Antillas; la declaración, el 2 de mayo de 1872, de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), y la sublevación cantonal. Sin embargo, la experiencia como soldado del futuro premio Nobel fue breve, ya que se presentó a unas oposiciones a la Sanidad Militar que aprobó gracias a un brillante ejercicio práctico sobre la amputación y disección de una pierna.
El primer destino del ya teniente médico Ramón Cajal fue el frente carlista en los Llanos de Urgell, al que se incorporó el 18 de septiembre de 1873, y cuyo cuartel general estaba en Lleida. «No tuve ocasión de oír el silbato de las balas, ni de curar un herido», señaló en sus memorias, ya que su principal función fue tratar a militares con enfermedades venéreas. Tras esa primera experiencia fue designado por sorteo al Ejército Expedicionario de Cuba, lo que suponía su ascenso inmediato a capitán. Destinado en diversos hospitales de campaña, tuvo que acabar siendo repatriado al contraer el paludismo. Fue una experiencia, sin embargo, que marcó su carrera posterior.
«Hasta su muerte, Ramón y Cajal siempre recordaría la guerra de Cuba. En un emotivo discurso que pronunció en 1900 en la Facultad de Medicina de Madrid, y ante un auditorio repleto de estudiantes, proclamó: ‘Me dirijo a vosotros, los jóvenes, los hombres del mañana. En estos últimos luctuosos tiempos la patria se ha achicado; pero vosotros debéis decir: A patria chica, alma grande. El territorio de España ha menguado; juremos todos dilatar su geografía moral e intelectual'», concluye López Muñoz.