José Mª Gay de Liébana
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona
Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Doña Prudencia, tan recatada ella, tendrá que echarse alguna canita al aire, porque a la banca, por más que le reprochen los «anticasta» conversos a la casta, siempre se le exige y a veces, como ahora, se encuentra entre la espada y la pared. Me explico. Hoy la banca es más resistente que en 2008. Estos años se ha dotado al sistema bancario de una rigidez regulatoria muy rigurosa en aras de no repetir los colapsos de la crisis financiera. Además, la banca ha inflado sus airbags de provisiones durante los años de recuperación para estar prevenida ante escenarios como el actual, de contracción de la actividad económica, aunque sin duda la actual crisis disruptiva haya pillado por sorpresa a todo el mundo, incluido también el propio sistema financiero mundial.
Los bancos están lidiando estos años con el hándicap de unos tipos de interés muy bajos y sus márgenes se han estrechado, a lo que se agrega la transformación digital y unos cauces absolutamente distintos a todo lo existente en la relación con sus clientes. La oferta crediticia, hasta el momento, ha existido, pero la contención a endeudarse de empresas y familias tras los fiascos de la crisis financiera de 2008 y su rosario de secuelas ha moderado repuntes de endeudamiento al extremo que la tendencia que muestra la deuda financiera privada está muy aplanada. Por fuerza, en el actual escenario, la banca será el motor de los préstamos que se concedan, pero, claro, tiene que actuar con moderación por las exigencias del sistema financiero. Y ello conlleva un estrés añadido: la subida de impagos que se producirá a causa de la pandemia.
Si la banca, una vez iniciada en el transcurso de los próximos días una fase crediticia expansiva, se viera obligada a dotar, a causa de la rigurosa normativa financiera, todas las provisiones habidas y por haber, sus cuentas de resultados se resentirían, incluso en ciertos casos podrían entrar en pérdidas. Por eso, el Banco Central Europeo tendrá que hacer la vista gorda o, dicho más elegantemente, flexibilizar las rigideces imperantes en lo tocante a coberturas a través de provisiones y ser permisivo ante las moratorias de créditos. A modo de compensación por esa relajación crediticia, los bancos deberán actuar en las próximas semanas con suma cautela en repartos de dividendos y recompras de acciones a fin de mantener sus volúmenes de recursos propios en cotas de solvencia. Hasta cierto punto, el respaldo público, en forma de aval, a créditos que se concedan a empresas y autónomos reduce el riesgo bancario de probables impagos.