La Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) protagoniza un amplio reportaje publicado el pasado 31 de marzo en el diario «Ara» en el que el presidente de la Junta de Gobierno, Alfredo Rocafort, y uno de sus vicepresidentes, Jaume Llopis, explican la azarosa historia de la entidad, su resurgir en los albores del siglo XXI, su intensa vida académica y las ilusionantes perspectivas de futuro. «Nació en Barcelona en 1914, entonces bajo el nombre de Agrupación de Doctores Matriculados de Cataluña, y ha sufrido diversas transformaciones en los últimos 110 años, hasta convertirse en lo que es ahora: la casa de las grandes voces científicas y económicas de todo el continente. La agrupación surgió por la voluntad de investigar, fomentar el estudio y hacer extensivo el conocimiento científico en su sentido más amplio», explican Rocafort y Llopis en este inicio del reportaje, escrito por la periodista económica Carlota Serra. Destacan también las fotografías que ilustran el texto, realizadas por Pere Virgili.
Tras explicar el funcionamiento interno de la Academia y la reconocida trayectoria académica y profesional de sus académicos de número, sus dos portavoces destacan el papel de los académicos de honor, entre los que se encuentran personalidades muy conocidas en Cataluña como el inversor Dídac Lee o los tres hermanos Roca, Josep Roca, Joan Roca y Jordi Roca, y adelantan que pronto se sumará a esta prestigiosa nómina el periodista Fernando Ónega. De la misma forma citan en este apartado, a sabiendas de que no están todos, a figuras de reconocimiento internacional como Rosalía Arteaga, expresidenta de Ecuador; el expresidente de Uruguay Luis Alberto Lacalle o el cónsul general de Japón en Barcelona, Naohito Watanabe, así como 19 premios Nobel de diversas especialidades, como Richard Roberts, premio Nobel de medicina en 1993; Sheldon Lee Glashow, premio Nobel de física en 1979; el premio Nobel de física en 1990, Jerome Isaac Friedman; el premio Nobel de química de 2004, Aaron Ciechanover, o Ada Yonath, premio Nobel de química de 2009.
Rocafort explica el difícil proceso de acceso a la Real Academia: un académico debe proponer el nombre del candidato, que se somete a una comisión de admisiones, luego se lleva a la Junta de Gobierno y finalmente a la Junta General, y una vez superado todo este recorrido se celebra el acto de ingreso con plena solemnidad. «Cuando se propone alguien es porque hay un currículum excelente, si no, ya no se propone. Somos muy escrupulosos a la hora de permitir que entre gente nueva, la prueba es que podrían ser 150 y sólo son 100; al mismo tiempo, cuando un académico cumple los 80 años, pasa a ser emérito y deja la plaza de numerario libre», detalla el presidente.
Tras repasar la centenaria historia de la Real Corporación, sus transformaciones y sus períodos más complejos, Rocafort se detiene en la actual era. «En 2012, con el cambio de gobierno y una nueva junta, el objetivo era hacer de revulsivo para volver a hacer cosas, porque llevaba una temporada algo dormida, y dar una solidez y estabilidad financiera a la entidad, a través de actividades y de reconocimiento internacional. Cuando entramos nosotros, el 90% de los académicos eran catalanes, pero decidimos abrir las puertas primero en el resto de España y después en el mundo», señala el académico.
En cuanto a la actividad y la salud académica y financiera de la institución, Rocafort y Llopis apuntan a las publicaciones, la intensa vida académica, las actividades de amplio alcance que se realizan o proyectos como Retos Vitales para una Nueva Era y la constitución de los Embajadores Extraordinarios de la RAED, así como a las cuotas de los propios académicos, como garantía de viabilidad y futuro. «Hacemos muchas, muchas actividades. Ahora hemos llegado de unas jornadas en Egipto, donde hemos celebrado más de 15 ponencias; el año pasado lo hicimos en las Galápagos, donde se hizo un documento para presentar a Naciones Unidas; el año que viene iremos a China y Japón; hacemos una buena cantidad de conferencias, artículos… Hay una producción científica muy importante», concluye Llopis.
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